No es juego de niños, por Teodoro Petkoff
En el bochornoso acto donde aparecieron unos niñitos portando armas de guerra, estaban presentes, como es sabido, un diputado pesuvista y un general de la Guardia Nacional. Esta circunstancia resta toda credibilidad a las condenas del evento que hicieran varios dirigentes del oficialismo, entre ellos Diosdado Cabello.
Aunque bienvenida esa condena, ella se explica por la brutalidad de los hechos y por tanto posee una naturaleza oportunista que no puede disimular la circunstancia de que tales cosas ocurren porque durante largos años se ha establecido una conchupancia pública y notoria entre el régimen y los diferentes grupos paramilitares que operan en Caracas y en algunos otros sitios del país.
El diputado y el general estaban allí porque tal contubernio se ha hecho tan banal que los asistentes ni siquiera se pasearon por la gravedad de lo que hacían, cosa que políticos más avezados del chavismo sí percibieron inmediatamente y se desmarcaron a tiempo.
Pero el problema sigue vivo. La proliferación de grupos paramilitares está configurando una situación de extrema peligrosidad en el país en general y en la vida política en particular. Porque estos grupos, que se abanderan con la revolución, actúan en política y en varias ocasiones han atacado tanto a personalidades de la oposición como a medios de comunicación que no les son gratos.
Estos grupos cuentan con la más absoluta impunidad. Valga el ejemplo de Valentín Santana, líder de “La Piedrita”. En 2009 Chávez fingió una condena de este caballero e incluso ordenó su detención, para la cual fue dictado el respectivo auto. Pues bien, Santana estaba al lado del diputado y del general, muy campante y locuaz, tal como días antes lo estuvo en un acto de su grupo, celebrado en una iglesia y donde el tercio pronunció una suerte de “sermón”.
A esto se suman otras formas de paramilitarismo no menos obscenas, como la conversión en soldados, con armas y uniformes, de estudiantes universitarios que debían andar trajinando con laboratorios, libros y otros registros del saber y el espíritu, propios de su condición. En fechas recientes vimos el deplorable espectáculo de estudiantes de la Unefa desfilando ante el Caudillo militar.
Por último esto se inscribe en el cacareado “pueblo en armas”, que comprende milicias y algunos grupos, dizque “guerrilleros”, que se mueven en la frontera y que entre vacuna y vacuna que cobran, cacarean que habrán de defendernos cuando venga la invasión del Imperio y nos dediquemos a la guerra asimétrica que durará más de un siglo, como predice Chacumbele.
Escenario poco deseable a decir verdad. Y que es más probable que sirvan esos grupos para rivalizar con las fuerzas armadas regulares en algún caso, cuando no para completarlas en otro, el día, indeseable, que se forme una sampablera endógena.
La metástasis militarista parece no tener límites y, ciertamente, habría que ponérselos. Porque ya el problema es también para el gobierno actual, el cual a pesar de su abierta complicidad, a ratos siente la incomodidad de esta “competencia revolucionaria”. Y también para el futuro gobierno, si es que el de hoy, como es previsible, no hace nada.
En otras palabras, la responsabilidad del gobierno y del propio Chávez, así como la alcahuetería de la FAN, que desvía la mirada, es inocultable. De lo que ocurra, ellos y sólo ellos serán responsables ante la historia. Que no los absolverá.
Deja un comentario