¿No hay quien amarre a ese loco?, por Simón Boccanegra
La banalización del horror es lo que se vive en Irak. Las noticias cotidianas sobre los bombazos y sus decenas de muertos ya se oyen y se ven como quien oye y ve llover. El país está desgarrado por una virtual guerra civil con fundamento religioso, que son las peores y más mortíferas contiendas civiles. ¿Qué respuesta tiene el genio de la Casa Blanca para este desastre que con su ignorancia y la miopía de su mirada bovina ha desatado en la vieja tierra mesopotámica? Pues enviar más soldados y además, en una clásica huida hacia delante, buscarle pleito a Irán. Está empantanado en Irak y cree que extender la confrontación al país vecino puede sacarle las patas del barro.
Algunos de sus antecesores creyeron que ampliando el escenario de la guerra en Vietnam podrían ganarla. Primero la llevaron del sur al norte del mismo país, luego la pasaron a Laos y finalmente a Camboya. El resultado de todos aquellos disparates quedó plasmado para la posteridad en la histórica fotografía del soldado que apagó la luz en la embajada gringa en Saigón, colgado luego de la escalerilla del helicóptero que lo rescató in extremis, justo cuando las victoriosas tropas de Giap ocupaban la capital de Sur Vietnam. Está visto que quien no conoce la historia está condenado a repetirla.