¡No me defiendas, compadre!, por Simón Boccanegra

Este diario hizo esfuerzos de todo tipo para entrevistar a Mundaraín, «defensor» del pueblo, pero no hubo manera. El director de TalCual habló incluso con el jefe de prensa de esa institución, su viejo conocido William Becerra, y ni por eso. Mundaraín tiene miedo de darle la cara a la prensa. El sabe por qué. Su informe sobre el 27F y días posteriores es tan sesgado que no resistiría el escrutinio serio de un periodista acucioso. Sobre dos de las víctimas, Aumaitre y Alvarez, dice que presentaron trazas de pólvora en las manos, señal de que habrían disparado. Pues bien, no sólo las armas que supuestamente utilizaron son más inexistentes que las de Hussein, sino que testigos de ambos asesinatos y la investigación de nuestro periodista Pedro Pablo Peñaloza demuestran la falsedad absoluta de la aseveración del «defensor».
Sobre otro de los fallecidos sólo se dice, como de pasada, que presentaba «antecedentes penales». La lógica del «defensor» es canallesca. Su oficina no investiga en qué circunstancias murieron y quiénes podrían ser los culpables de esos homicidios sino que de entrada los declara bien muertos y exculpa, de hecho, a sus posibles asesinos. Estos, según este rábula, no habrían hecho otra cosa que actuar en defensa propia y, además, en el tercer caso, eliminaron a un delincuente. Con un «defensor» así el pueblo no necesita enemigos.