No nos callarán, por Teodoro Petkoff
Como ya lo había anunciado, el presidente de la Asamblea Nacional decidió embestir contra TalCual. Por más que conocemos bien la trayectoria del sujeto en cuestión la naturaleza de su demanda y la sádica ferocidad de ésta superaron todas nuestras expectativas y, según eminentes abogados consultados, prácticamente no tiene antecedentes en el país, tales son los niveles de absurdo legal que alcanza. Se trata, muy sintéticamente, de una acusación penal por difamación agravada, que implica de dos a cuatro años de cárcel más serias penalidades en dinero no sólo contra Carlos Genatios, autor del artículo de opinión que da lugar a la querella, sino también contra los cuatro miembros de la junta directiva de la Compañía Editorial La Mosca Analfabeta, propietaria de este diario, conformada por Teodoro Petkoff, Manuel Puyana, Francisco Layrisse y Juan Antonio Golía.
Además se solicitan medidas cautelares que implican la presentación semanal de los nombrados ante el Tribunal y la prohibición de salir del país sin previa autorización de éste. La jueza Bárbara Gabriela César Siero, responsable de juzgado vigésimo noveno de primera Instancia del Área Metropolitana de Caracas, ha aceptado sin reparos la notable acusación, incluidas las medidas cautelares solicitadas.
Pero expliquemos de qué se trata: en un artículo de nuestro colaborador externo Carlos Genatios le atribuye al señor Cabello la frase, entrecomillada, «si no les gusta la inseguridad, váyanse».
La tal frase fue ampliamente comentada en su momento, dada su vesania. Al parecer, Cabello la desmintió con posterioridad. Asunto obviamente del cual no se enteró Genatios, ni tendría por qué enterarse necesariamente, nadie está obligado a consultar todos los medios todos los días. Ese es el pecado que merece tan desaforados castigos. Y no se puede dejar de señalar que un país donde ya es el más común de los lugares el decir que el lenguaje político se ha encanallado de la manera más vil, desde las alturas más altas del poder mismo, en primer y decisivo lugar, el señor Cabello se ha destacado por ser uno de sus más aguerridos y constantes militantes.
Se podría hacer, a lo mejor la hacemos nosotros, una antología de la gigantesca cantidad de improperios que ha proferido contra sus adversarios políticos, tarea sin duda muy ardua. Baste recordar que refiere habitualmente a Henrique Capriles, líder de unos cuantos millones de venezolanos, como asesino fascista. Por supuesto, los rusos también juegan, suele recibir igualmente respuestas de similar calibre. Este aguerrido combatiente de la palabra hecha puñal no ha sido demandado por nadie ni ha demandado a sus respondones. La cosa es con
TalCual , esa incomprensible iracundia sobre una nimiedad que entre gente medianamente respetuosa de la libertad de expresión si acaso merecía una breve réplica.
Y es con TalCual porque jamás en la historia del periodismo nacional se ha considerado a un periódico como responsable de la opinión de un articulista externo a éste. Y, de hecho, con la fiereza que indican las medidas cautelares contra cinco honorables ciudadanos.
Se trata evidentemente de un artero ataque contra la libertad de expresión, contra uno de los pocos medios independientes y críticos que están quedando. Después de las compras boliburguesas de medios, la escasez de papel para la libertad, los atropellos de Conatel, las amenazas incesantes, la censura pura y dura.
Nosotros, por supuesto, vamos a luchar en todos los terrenos, desde el legal y el gremial hasta la convocatoria de la opinión nacional e internacional. En especial apelaremos a algo que nos enorgullece sobremanera, los muchos lectores constantes y fraternos que tenemos. Pero sabemos que contaremos con el país democrático todo que no dejará de ver este asunto como el problema de una empresa (es lo más distante a lo que somos, desgraciadamente) sino como un ataque a la esencia misma de la democracia, a la libertad de expresión en fase terminal en este tremedal que vivimos.