No sólo Colón, también Américo Vespucio es un genocida
Como este minicronista conoce a Jorge Rodríguez y, al margen de cualquier otra consideración, sabe que es cualquier cosa menos bruto, quedó muy sorprendido (el minicronista) al oír al alcalde de Libertador decir que cuando vea una estatua de Hitler en Alemania dejaría la estatua de Colón en El Calvario. ¿De modo que el pobre almirante, que no hizo otra cosa que venir tres veces a nuestro continente, y pasar un tiempito, muy breve, en la Hispaniola, hoy Dominicana, es el responsable de las atrocidades que cometieron los conquistadores y colonizadores españoles durante los tres siglos subsiguientes? No jodas, Jorge. Con el mismo argumento se podría ir hacia atrás en la historia, culpando sucesivamente a los constructores de las carabelas, a los inventores de los primeros barcos, a los reyes católicos, a los godos y visigodos y así hasta Adán y Eva, quienes habrían sido los verdaderos responsables de la matanza de indígenas y negros en el continente americano. Así como Su Alteza Real anda por el mundo proponiendo nuevas monedas, una para América Latina y ahora otra, el «petro», bien podría encabezar un movimiento mundial que podría ser tan memorable como la investigación dirigida a demostrar que Santander asesinó a Bolívar para cambiarle el nombre al continente porque, ¿qué vaina es esa de que estas tierras lleven el nombre de un navegante italiano que es tan responsable como Colón de la matanza de indios? Además, tampoco debemos aceptar el desprecio por la venezolanidad, implícito en el nombre que le dio ese señor Vespucio a lo que hoy es nuestro país, Venezuela. ¿Por qué carajos tenemos que calarnos esa muestra de arrogancia eurocéntrica que nos bautiza como «Pequeña Venecia»? ¿El país que vio nacer a Hugo Chávez puede seguir llamándose, despectivamente, Venezuela, pequeña Venecia? Además, Jorge, te la comerías si al plan golpista de Ledezma, para aliviar el tráfico caraqueño, opones una enérgica denuncia contra el inventor de la rueda, verdadero responsable de nuestras infernales trancas.