Normas laxas y pocos controles facilitan la importación de medicamentos ineficientes
Consumidores de medicamentos importados —principalmente de India— manifiestan resultados nulos o efectos secundarios adversos para la salud, en un mercado plagado de productos provenientes del extranjero debido a las facilidades otorgadas por el Gobierno para importar fármacos. La industria farmacéutica nacional asegura que está en capacidad de producir entre 80% y el 90% de las medicinas que requiere la población venezolana
El losartán es un medicamento utilizado para controlar la presión arterial, pero en el caso de Ruber Arocha, ese «control» se convirtió en una alteración que perjudicó su salud. Le achaca la responsabilidad al origen del medicamento que compró, producido en India, pues cuando decidió comprar otro fármaco con el mismo principio activo, pero esta vez producido por un laboratorio venezolano, vio una mejora significativa. Su conclusión fue concisa: no comprar más medicamentos de laboratorios poco conocidos.
El caso de Arocha no es aislado. La lista de denuncias sobre varios medicamentos importados no hace más que ampliarse. La mayoría de las críticas apuntan a India, el principal proveedor internacional de medicamentos en Venezuela, aupado por convenios firmados por la administración de Nicolás Maduro.
En la opinión pública gana peso la creencia de que los fármacos provenientes de India son poco funcionales o incluso contraproducentes para la salud. Sin embargo, este país es el principal productor global de medicamentos genéricos y ocupa 20% de este mercado en el mundo, con una industria que genera más de 50.000 millones de dólares anuales con exportaciones a aproximadamente 200 países.
La reputación internacional y la cartera de clientes de la industria india respaldan su calidad. El problema parece no recaer en el país de origen de los medicamentos, sino más bien en los controles nacionales, el incumplimiento de la normativa vigente y la operatividad de laboratorios específicos desde los cuales se importan muchos de estos medicamentos, según apuntan expertos del sector farmacéutico.
Distintos organismos han manifestado su preocupación debido a que, durante los últimos años, la importación de medicinas no cumple los canales regulatorios establecidos, empezando por el registro sanitario que debe tramitarse ante el Instituto Nacional de Higiene Rafael Rangel (Inhrr).
El artículo 18 de la Ley de Medicamentos establece que todos estos productos tanto nacionales como importados, deben ser registrados por un farmacéutico patrocinante ante el Ministerio de Salud antes de poder proceder a su «elaboración, distribución, tenencia, expendio o dispensación». El proceso de registro corresponde al Inhrr, que debe someter cada fármaco a distintos controles de calidad, para identificar sus propiedades bioquímicas y el funcionamiento de su principio activo.
A pesar de esta normativa vigente desde hace décadas, a mediados de 2019 las autoridades sanitarias cambiaron las normas de juego. La Resolución Nº 075 del Ministerio de Salud estableció un régimen «temporal y transitorio» para la importación de medicamentos producidos por empresas farmacéuticas no domiciliadas en Venezuela.
El objetivo de esta medida fue relajar las normas para facilitar el ingreso de estos productos sin registro sanitario en un contexto de desabastecimiento generalizado que empezó a padecer Venezuela desde 2015, una situación que se agravó con la crisis económica acelerada por la hiperinflación iniciada en 2017.
Escasez: ¿Guerra económica o deudas?
Aunque el Gobierno dio vuelco a su política económica valiéndose de las importaciones, argumentando que medidas extraordinarias debían ser tomadas por la «guerra económica» en un contexto de sanciones aplicadas por la comunidad internacional, la escasez de medicamentos empezó mucho antes de cualquier sanción y fue consecuencia de la inacción del Gobierno a alertas hechas por la industria farmacéutica nacional. El sistema de control cambiario que rigió la economía venezolana en las últimas dos décadas —y se convirtió en el principal mecanismo de corrupción del país— sometió a las empresas privadas a los mecanismos de entrega de divisas dispuestos por el Gobierno. A partir de 2014 se dio inicio a un mecanismo de adjudicación de divisas denominado Sistema Complementario de Adquisición de Divisas (Sicad), que mantenía un dólar prioritario anclado en 6,10 bolívares fuertes (antes de reconversiones), otro tipo de cambio que fluctuaba en torno a BsF 50 y, por fuera, un dólar paralelo al precio que marcaba el mercado. El gremio farmacéutico, como sector prioritario de la economía, tenía acceso a las divisas más económicas para importar materia prima y pagar a sus proveedores. Sin embargo, entre 2014 y 2016 el Gobierno fue inconsistente a la hora de liquidar las divisas que ya había asignado, por lo que se fue amasando una deuda cada vez más grande con el sector privado. En 2014 este compromiso de divisas sin asignar al sector farmacéutico ascendía a $4.000 millones, por lo que el gremio advirtió al Gobierno que esta situación podría complicar el abastecimiento de medicinas al no poder pagar a sus proveedores. Para 2016, la deuda creció a $6.000 millones a las farmacéuticas y otros $400 millones a proveedores de insumos médicos. Sin capacidad para pagar a proveedores, el desabastecimiento de medicamentos llegó al 85%. Muchas farmacéuticas quebraron. |
Ahogado por la escasez y la crisis económica, la administración de Maduro empezó a reducir los controles, liberó el tipo de cambio progresivamente y abrió las puertas al ingreso de productos importados flexibilizando las normas. Si bien es cierto que este proceso permitió recuperar los niveles de abastecimiento, acabó por generar distorsiones que afectaron a la industria nacional y, además, desataron riesgos para la salud de la población al dejar de lado supervisiones y controles de calidad.
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El farmacéutico y profesor universitario Carlos Rodríguez, quien ha dedicado décadas al seguimiento de la importación de medicamentos al país, sostuvo que esta medida inició el problema con la calidad de estos productos, especialmente debido a que múltiples capitales vieron la oportunidad de hacer dinero con productos importados, sin tener en cuenta la calidad de las compras.
«Al permitir que los medicamentos no pasaran por el registro sanitario ante el Instituto Nacional de Higiene, muchas personas jurídicas y naturales vieron el negoción que implicaba traer medicamentos al país», razonó.
Los convenios ya existentes con India, sumado a su capacidad productora y los precios de sus productos, impulsaron las importaciones desde ese país, pero también se sumaron aliados comerciales como Irán o Turquía; distintas opciones que tenían como elemento en común carecer de registro sanitario en Venezuela.
«Esos medicamentos que se denuncian ahora que vienen de India, Irán, Turquía, Pakistán, Rusia, entre otros; si no están registrados en el país, no pueden ser considerados medicamentos. Pueden ser sustancias que perjudiquen a la población», insistió Rodríguez.
Insuficiente supervisión
Claro está, la supervisión no es nula. Saltarse el registro sanitario fue una propuesta hecha para agilizar los procesos. En lugar de los estudios técnico-científicos aplicados por el Inhrr para registrar los fármacos, se otorgó la responsabilidad de los controles al Servicio Autónomo de Contraloría Sanitaria (SACS), cuya supervisión se centra más en la legislación sanitaria que en los estudios de calidad.
Es el SACS el ente encargado de otorgar el Permiso Sanitario Especial para Importación y Comercialización de Especialidades Farmacéuticas, que avala el ingreso de los fármacos sin registro sanitario. Esta modalidad exige, sin embargo, que tras la llegada del producto al país, sean enviadas muestras al Inhrr para que el organismo certifique el lote ingresado; además de tener un lapso de 60 días desde el ingreso del fármaco para hacer una solicitud de registro sanitario.
Pese a estas medidas, es en esta hilera de pasos donde se presentan las irregularidades que acaban por disipar algunos de los controles de calidad necesarios. Además de que el excesivo ingreso de medicamentos sobrepasa las capacidades del Inhrr de hacer seguimiento a cada producto que arriba al país.
Estos descuidos han sido registrados por las propias instituciones del oficialismo. No en vano, el Ministerio Público ordenó recientemente una investigación contra supuestos importadores de medicamentos sin los respectivos permisos, bajo condiciones poco óptimas y omitiendo certificaciones. El fiscal designado por la extinta asamblea constituyente, Tarek William Saab, designó a la Fiscalía 5º Nacional contra la Corrupción y a la Fiscalía 45º Nacional contra Delitos Comunes para iniciar la averiguación, con apoyo del SACS.
«Designadas fiscalías para investigar y sancionar a importadores de medicamentos sin controles de calidad, procedencia dudosa y omisión de niveles de certificación de los laboratorios fabricantes, como también la falta de condiciones de almacenamiento de los mismos», indicó el funcionario
#AHORA @MinpublicoVEN #designa Fiscalía 5 Nac Contra Corrupción y 45 Nac contra Delitos Comunes para #Investigar y #Sancionar a importadores de medicamentos ( sin permisos respectivos de importación ) sin controles de calidad, procedencia dudosa y omisión de niveles de… pic.twitter.com/NtdjAm5bLI
— Tarek William Saab (@TarekWiliamSaab) August 10, 2023
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Este aluvión de importaciones se evidencia también en la aparición de cada vez más farmacias. La Cámara Venezolana de Farmacia (Cavefar) registra un incremento paulatino de la cantidad de estos negocios en el país. De los 2.900 establecimientos farmacéuticos que tenía Venezuela hace unos cinco años, ahora se cuentan unas 6.000, el doble de comercios.
Mientras esta cifra sigue creciendo, la carencia de supervisión es cada vez mayor. A inicios del año, la Federación Farmacéutica Venezolana (Fefarven) alertó que muchos establecimientos no cumplen con las condiciones ni con las normas necesarias para vender medicamentos. Algunas de ellas, ni siquiera cumplen con el metraje mínimo para un local de estas características.
Al respecto, el profesor Carlos Rodríguez dijo que los métodos de preservación de los productos, tanto al momento de importar como de comercializar, no son los adecuados, un problema en el cual el Gobierno es protagonista al instalar farmacias móviles en las que no se cumplen las condiciones mínimas para mantener los fármacos en buen estado. Esto significa que, incluso si una medicina perfectamente funcional es importada de manera adecuada, puede perder sus propiedades al momento de ser comercializada en estos espacios.
«El drama de los medicamentos en el país no es solo por la manera en la que son importados, sino porque toda la estructura de aseguramiento de calidad ha sido comprometida por el propio Ministerio de Salud. El Gobierno ha inventado la venta de medicamentos en ferias, autobuses o camiones, donde los productos son expuestos a altas temperaturas y la calidad se ve aún más deteriorada, incluso si era un medicamento de buena calidad», resaltó.
Medicamentos importados: moneda al aire
Cada día hay más denuncias que alertan sobre la ineficiencia y los efectos secundarios que generan los medicamentos importados, principalmente de India. Considerando los pocos controles, contemplan un riesgo para el sistema sanitario nacional.
No obstante, es un hecho que estos productos son más económicos, una ventana fundamental en un país donde el poder adquisitivo de la población cae mientras el precio de la salud sube. Y la realidad es que, para muchos, estas medicinas funcionan.
Testimonios recopilados por TalCual arrojan tanto buenas como malas experiencias con estos medicamentos. En algunos casos, usuarios del fármaco no reportaron ningún tipo de inconveniente, en otros, señalaron que no hubo efecto alguno al momento de tratar la patología, mientras que otro grupo afirmó que les generó algún tipo de efecto segundario adverso a la salud.
Carlos Gil es uno de quienes pueden hablar favorablemente de los productos importados de India. Afirma que su consumo le permitió ahorrar más de $55.000 para tratar su diagnóstico de Hepatitis C. Sostiene que se encuentra completamente sano tras consumir satisfactoriamente el producto de India.
«Yo usé un tratamiento con medicamentos de un laboratorio de India. En 2015 fui tratado para la Hepatitis C con un medicamento muy novedoso, cuya marca comercial original me hubiese costado $60.000. Me curé definitivamente con este tratamiento por $3.500. Totalmente sano», contó.
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El componente financiero es un factor fundamental. Hay quienes, aunque prefieran las medicinas locales, acuden a las importadas para aliviar su bolsillo. Este es el caso de Beatriz Solarte, quien asegura ahorrar al menos 50% al comprar medicamentos de India, incluso aunque ha tenido experiencias negativas con los productos de algunos laboratorios de ese país.
«Yo realmente las compro por los precios. Pueden ser hasta 50% más económicas. Y para los que estamos en aquello de medicinas o comida, se convierten en la principal opción. Las básicas, tipo atorvastatina y omeprazol, me han prestado bien. En una oportunidad sí tuve problemas con levotiroxina y pregabalina, pero cambié la marca (las otras también de la India) y todo fue bien», acotó.
En contraste, otros relatos detallan cómo estos medicamentos han empeorado condiciones de salud y han recibido consejos por parte de doctores venezolanos de abandonar el consumo de los medicamentos, recomendando incluso que prueben con otros laboratorios aunque el producto provenga de India. Este es el caso de Karla Ávila, quien experimentó cómo su presión arterial subió a niveles que nunca antes había experimentado al consumir antihipertensivos de India.
Ávila estuvo tomando durante unos 10 días el medicamento pamiwell-80, producido por Wellona Pharma y cuyo principal compuesto es el verapamilo clorhidrato, utilizado para tratar la presión arterial alta y las anginas de pecho. En esos días presentó dolor de cabeza, debilidad, sensación de ahogo, conatos de desmayo, espasmos musculares, insomnio y ansiedad.
«Los primeros días no noté ninguna diferencia, pero después tuve una presión de la nuca hacia la cabeza. La tensión me subió muchísimo, nunca la había tenido tan alta. Fui a mi cardiólogo de siempre y me mandó un medicamento adicional para bajar la tensión. Empecé un nuevo tratamiento y seguía tomando la pastilla india, y noté que no me estaba haciendo nada hasta que me fijé en la fabricación. Le comenté al doctor y me dijo que lo dejara por otro laboratorio. Logré cambiarlo y la mejoría fue muy rápida, a los dos días ya me sentía mejor», contó.
Estas son solo algunas de las decenas de experiencias que llegaron a TalCual al consultar qué opinión tenían los usuarios de Twitter sobre los productos farmacéuticos indios. A pesar del puñado de malas experiencias, muchos coincidieron en que todo depende del laboratorio, más que del país de procedencia.
Para un trabajo periodístico busco testimonios de personas que hayan tomado medicamentos de laboratorios de India o Irán: ¿Te han funcionado? ¿Tuviste una reacción adversa? ¿Son más baratos que otras marcas?
— Luisa Quintero (@l_andrequintero) August 2, 2023
Industria nacional debilitada
La importación desmedida de productos farmacéuticos también perjudica a una industria farmacéutica nacional que tiene la capacidad de producir la mayoría de los productos que requiere el país, cumpliendo con todas las regulaciones estipuladas en la ley.
La Cámara de la Industria Farmacéutica (Cifar) estima que la capacidad instalada de las empresas nacionales permite producir entre 80% y 90% de los productos farmacéuticos esenciales para la salud del venezolano.
A juicio del presidente de la cámara, Tito López, solo se deberían importar los medicamentos que no pueden elaborar los laboratorios nacionales o aquellos cuya producción exista, pero sea insuficiente para cubrir la demanda nacional.
Explicó que Venezuela tiene deficiencias industriales al momento de producir fármacos para las denominadas enfermedades «catastróficas», tales como el cáncer, el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), el lupus y patologías que requieren tratamientos hormonales, porque no hay plantas para cubrir la producción de estos fármacos.
«Las empresas farmacéuticas con plantas y algunas casas de representación han estado ayudando en importar este tipo de medicamentos. Por ende, lo que se debiese importar es lo que no se fabrica y en algunos casos donde no se pueda cubrir la demanda», opinó López.
Los industriales denuncian que los productos importados mantienen una «competencia desleal» con los nacionales, debido a que los costos de producción en el extranjero suelen ser inferiores y al ingresar al mercado venezolano, se les exime de impuestos y luego son comercializados por negocios que tienen menos costos operativos que los grandes laboratorios, por lo que el fármaco de India puede ser mucho menos costoso que el local.
«Lamentablemente, lo importado sale más barato que lo producido a nivel local. Cuando tienes una planta con 700 u 800 trabajadores y pagas contrato colectivo, tus costos fijos son superiores a los de cualquier casa de representación que quizás importe la misma molécula que tú tienes, pero con 12 o 13 trabajadores. Tú pagas almacén, operarios, personal de oficina y los costos son más altos», subrayó.
A pesar de la competencia, Cifar ha reportado cifras de crecimiento en los últimos años. Después de que el mercado nacional cayera 75% entre 2014 y 2019, pasó a reportar un crecimiento de 20% en 2020 con respecto al año anterior, luego un 19% en 2021 y finalmente un 21,9% en 2022. Este año también ha incrementado la colocación de productos en el mercado y Cifar proyecta que para diciembre cierre en 8,3%.
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