Nuevas presiones geopolíticas, por Félix Arellano
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Nuestra región latinoamericana que en términos generales ha vivido en paz en las últimas décadas, ha proscrito las armas nucleares mediante el Tratado de Tlatelolco suscrito en 1967 y además contamos con el admirable precedente de Costa Rica, un país sin fuerzas armadas; está enfrentando crecientes presiones de las potencias autoritarias, particularmente Rusia, China e Irán, interesadas en impactar a los Estados Unidos y debilitar las instituciones liberales, concretamente la democracia y los derechos humanos.
Desde la invasión de Rusia a Ucrania, la polarización geopolítica se extiende agresivamente a escala global, con especial énfasis en la zona del indo pacifico, pues China y Rusia aspiran controlarla plenamente; pero también nuestra región está generando un creciente interés. Al respecto, las potencias están utilizando como puentes sus aliados fundamentales (Cuba, Nicaragua y Venezuela). Entre los objetivos de la renovada estrategia destaca la manipulación, tanto de la compleja situación económica, como del aislamiento que enfrentan, producto de las sanciones de los gobiernos democráticos, especialmente Rusia luego de la invasión a Ucrania.
Las potencias autoritarias deben estar conscientes que existe un amplio rechazo a la invasión de Ucrania, que se ha podido comprobar en el marco de las Naciones Unidas, donde tales potencias, utilizando su derecho al veto, han paralizado la acción del Consejo de Seguridad; empero, la Asamblea General ha aprobado una resolución solicitando «el cese de las hostilidades y el retiro de tropas rusas de Ucrania» (febrero 2023), que contó con el apoyo de 142 países miembros.
El autoritarismo subraya el carácter no vinculante de tales instrumentos jurídicos; empero, no podemos desconocer que representan una evidencia contundente del rechazo mundial frente a la irracional invasión, que cada día resulta más sangrienta y violatoria del derecho internacional.
Tratando de manipular un apoyo al autoritarismo y a la invasión, la geopolítica del autoritarismo se ha dinamizado a escala global y nuestra región juega un papel importante. Al respecto, podemos apreciar, entre otros, la visita del Canciller ruso Sergei Lavrov a Brasil, Cuba, Nicaragua y Venezuela, del 17 al 20 de abril del presente año. Ahora nos encontramos con la primera visita oficial que realiza Ebrahim Raisi, presidente de Irán, por Cuba, Nicaragua y Venezuela, visita que inició el lunes 12 del presente mes.
Para tornar mas tensa la situación, las alarmas se encienden al conocer la información que ha difundido The Wall Street Journal, sobre la “la instalación de un centro de espionaje chino en Cuba, para interceptar comunicaciones provenientes de los Estados Unidos, por lo cual el gobierno chino pagaría miles de millones de dólares al gobierno cubano”. Tanto el Consejo de Seguridad Nacional de los Estados Unidos, como el gobierno chino han rechazado la información. Pero todo indica que el esfuerzo que se adelantaba para calmar las tensiones que han caracterizado las relaciones desde que inició la administración Biden, sufren un nuevo golpe.
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Por otra parte, conviene destacar que el gobierno chino, que había marcado distancia frente a Venezuela, en gran medida, por el constante fracaso de los proyectos económicos, ha anunciado su disposición a participar en nuevos planes y, seguramente, a suministrar recursos financieros frescos, muy necesarios en estos momentos que el gobierno venezolano enfrenta una nueva crisis financiera, agudizada por las sanciones a Rusia, que jugaba como el operador financiero del proceso bolivariano y, en puertas de un potencial proceso electoral.
La estrategia geopolítica xino-rusa contempla un proceso persuasivo con los países de la región, orientado a incrementar las relaciones comerciales y financieras. Al respecto, China ha logrado avanzar significativamente, tanto por la diversidad de su oferta exportable, como por la habilidad en las estrategias de expansión, que tiene como proyecto bandera la Ruta de la Seda; pero también aprovechó las oportunidades que generó la pandemia del covid-19, para desarrollar una intensa diplomacia persuasiva de las mascarillas y de las vacunas.
Rusia no tiene la fortaleza económica de China, su presencia es más limitada en la región; empero, luego de la invasión a Ucrania ha desplegado una agresiva presión diplomática, tratando de crear una atmosfera de respaldo a la fracasada invasión. Y no deja de resultar sorprendente que varios países de la región apoyen la invasión, algunos de forma efusiva, otros con un silencio cómplice.
Pareciera que tales países desconocen que la propuesta del supuesto orden multipolar que promueven las potencias autoritarias, con mayor énfasis luego de la invasión, incluye entre sus elementos fundamentales, el reconocimiento de las zonas de influencia. Un concepto que forjaron las potencias poderosas desde varios siglos atrás, en especial en el llamado “concierto europeo”, para repartirse el resto del mundo. En ese contexto, los países débiles representan simple fichas en el juego del poder.
Bajo el imperialista esquema de las zonas de influencia, China tiene en la mira, entre otros, el control de la zona del mar meridional y, en especial a Taiwán. Rusia, por su parte, que ha demostrado su agresivo expansionismo, pareciera que tiene grandes aspiraciones, pues en la narrativa historicista y terrofaga el presidente Putin insiste en su obsesión de restablecer el viejo imperio ruso, con la excusa de garantizar sus fronteras, lo que representa una grave amenaza para los países vecinos.
Debemos resaltar que la tesis de las zonas de influencia rompe con los principios y normas del derecho internacional y desconoce la soberanía y autodeterminación de los más débiles.
Por otra parte, el progresivo fortalecimiento de la geopolítica del autoritarismo en la región representa una amenaza contra las instituciones democráticas, las libertades y, en especial, contra los derechos humanos. Debemos tener presente que la narrativa autoritaria rechaza la democracia plural, descalificándola por ineficiente y pregona una supuesta democracia de partido único, donde seguramente el partido logra un 99% de “respaldo popular”, como ocurre con el partido comunista en Cuba.
En lo que respecta a los derechos humanos, el discurso autoritario los cuestiona por individualistas y busca sustituirlos por la entelequia de uno derechos colectivos, que son definidos por la autoridad, destruyendo años de lucha para lograr el reconocimiento de la dignidad humana y sus derechos fundamentales.
Adicionalmente, no debemos olvidar los graves expedientes que, en materia de violación de los derechos humanos, exhiben los gobiernos que nos visitan. En el caso de Rusia, como ilustración recordamos, que la Corte Penal Internacional ha emitido orden de arresto contra el presidente Vladimir Putin, lo acusa de ser responsable de crímenes de guerra, por la deportación ilegal de niños de Ucrania a Rusia.
Sobre Irán, instituciones defensoras de los derechos humanos como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, califican como catastrófica a situación de los derechos humanos en ese país; en particular, por el elevado número de ejecución sin el debido proceso judicial.
Teniendo en cuenta los importantes avances que se han alcanzado en la región para superar las dictaduras y conformar instituciones democráticas y valores liberales, resulta preocupante el silencio que se observa frente a la arremetida que estamos viviendo de la geopolítica autoritaria. Los llamados gobiernos progresistas podrían recordar que en la IIda Cumbre de la Celac, efectuada en Cuba, en el 2014, se «reafirmó que América Latina y el Caribe constituyen una zona de paz, respetuosa del derecho y promotora del desarme nuclear».
Los gobiernos de la región, por diversos intereses han decidido no activar sus mecanismo de coordinación como: la OEA, la Celac o el SELA y permanecen en un silencio cómplice; empero, los partidos políticos democráticos y la sociedad civil en la región, deberían activarse y movilizar la opinión pública, promoviendo, en sus diversos ámbitos, un contundente rechazo contra la amenaza que representa la estrategia del autoritarismo, que se está posicionando en la región, en detrimento de nuestros derechos humanos y generando un clima de polarización e inestabilidad que erosiona la institucionalidad democrática.
Félix Arellano es internacionalista y Doctor en Ciencias Políticas-UCV.