Nuevo año escolar, por Roberto Patiño
Twitter: @RobertoPatino
A un mes de iniciarse un nuevo año escolar, muchos padres se enfrentan al reto que representa preparar a sus hijos para volver al colegio. Una fecha en que en el pasado celebrábamos como un reencuentro de amigos, un momento para renovar el compromiso por el futuro de los chamos y un día para el descanso de los padres, después de dos meses de vacaciones, se ha convertido en una encrucijada llena de preguntas para las familias que tienen que recurrir a la educación pública: ¿vale la pena el esfuerzo de mantener escolarizados a nuestros muchachos?, ¿están recibiendo una educación adecuada?, ¿hay algo que podamos hacer, desde nuestras casas, para mejorarla?
A pesar del silencio en las estadísticas oficiales de quienes nos gobiernan, los venezolanos sabemos que en la mayoría de los planteles educativos no se imparten clases todos los días, imponiéndose el llamado «horario mosaico«, una regla no escrita que permite a los docentes faltar al trabajo algunos días de la semana para dedicarse a otros oficios que les permita compensar su salario; conocemos de primera mano la ausencia de docentes en los liceos públicos, un gremio que ha tenido que abandonar sus puestos de trabajo y a veces su país para sobrevivir.
Estamos al tanto de las debilidades de la infraestructura educativa que no cuenta con los más elementales servicios como el agua y la luz, mucho menos con sistemas de internet o dotaciones en equipos científicos, materiales deportivos o recursos para la formación cultural y artística, por no hablar de la baja calidad o ausencia total del Programa de Alimentación Escolar.
Año tras año, tenemos que hacer frente a las consecuencias de un pensum de estudio desactualizado, a veces intervenido con dogmatismos ideológicos y que es incapaz de cubrir unos estándares mínimos de formación que nuestros jóvenes necesitan para seguir con sus estudios o ingresar al mercado laboral, todo esto enmarcado en una política educativa empeñada en aprobar a nuestros chamos sin certificar sus competencias académicas, lo que nos deja un panorama donde el sistema público de educación ha dejado de ser una herramienta para mejorar las condiciones de vida de las nuevas generaciones de venezolanos para convertirse en una fábrica de títulos de jóvenes sin habilidades académicas.
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El colapso del sistema educativo ha forzado a los padres a hacer malabarismos para llevar a sus hijos a colegios privados, una apuesta que en medio de la crisis humanitaria que atraviesa el país no pueden costearse la mayoría de las familias. Los resultados ya son visibles: las diferencias educativas están marcando líneas claras entre quienes pudieron costearse una educación privada y aquellos que debieron recurrir al sistema público de enseñanza, construyendo una sociedad desigual que ha perdido uno de los más importantes logros de nuestro período democrático, a saber, disponer de un sistema educativo que diera igualdad de oportunidades para todos.
El panorama es desalentador y debe convocarnos a un proyecto nacional a favor de la recuperación de la educación, una idea en que la que vienen trabajando desde hace años importantes instituciones, universidades, investigadores, Fundaciones y ONG comprometidas con el rescate de estos viveros de esperanza que deber ser nuestros liceos y la comunidad educativa venezolana.
Esta iniciativa pasa necesariamente por la publicación de los verdaderos datos sobre la situación de la educación pública en el país, requiere un compromiso para mejorar los salarios de los docentes y sus condiciones de trabajo, necesita que se suspenda el llamado Instructivo Onapre y exige que los poderosos dejen de perseguir, detener y condenar a los líderes sindicales. En definitiva, necesita el retorno de un sistema de gobierno democrático que convoque a todos en este proyecto.
En medio de la crisis y a pesar de la confrontación política que sacude a Venezuela, se puede construir un consenso de alcance nacional que movilice los mejores talentos y recursos en rescate de la educación pública, un objetivo común que trascienden nuestras diferencias políticas y que lograría convocarnos a todos.
Nosotros seguiremos en la calle junto a los maestros en sus luchas gremiales, insistiremos en los programas de apoyo educativo, acompañaremos a los padres comprometidos con la educación de sus hijos y estaremos con los liderazgos naturales que han entendido la importancia que tiene el colegio y el liceo como centros de la vida pública. Un trabajo que no aspira a sustituir las responsabilidades del Estado, pero que ayuda a mantener vivo un tejido social desde donde se pueda apoyar el complejo proceso de recuperación de la educación, gran reservorio de los valores democráticos y motor de cambio que necesita Venezuela.
Este ha sido y seguirá siendo nuestro compromiso.
Roberto Patiño es Ingeniero de Producción-USB. Magíster en Políticas Públicas-Harvard. Fundador de Alimenta La Solidaridad y Mi Convive.
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