¿Nuevo giro chino?, por Félix Arellano
Frente a la fuerte presión que está enfrentando el gobierno chino por la opacidad en el manejo del covid-19 y otras diversas tensiones, su reacción está resultando tan contundente, que bien podríamos considerar que representa un nuevo giro en su política exterior, caracterizada, desde el cambio del modelo a un comunismo capitalista por parte de Deng Xiaoping, por un perfil bajo, casi enigmático,
Con la llegada de Xi Jinping a la presidencia (2013) y, luego de los resultados del XIX Congreso del Partido Comunista (2017), que fortalecieron su hegemonía interna, se inicia un proceso de transformación de la política exterior, que va asumiendo un mayor dinamismo y protagonismo a escala global, con particular atención de los países en desarrollo. Señales emblemáticas de ese cambio lo representan, tanto la participación del Presidente Xi Jinping en el Foro Económico Mundial de Davos (2017), como el lanzamiento del ambicioso y expansionista proyecto de “la ruta de la seda” (2019)
Con Xi Jinping se fortalece y diversifica la actuación de China a escala mundial, en muy diversos temas, en particular: el comercio, las inversiones, las telecomunicaciones y la tecnología, siempre tratando de conserva un estilo prudente, de bajo perfil. China se proyecta como la fábrica del mundo, socio fundamental para muchos países en desarrollo, en particular de nuestra región.
Reproduciendo el modelo de comprar materias primas y vender manufacturas, que tanto cuestionó la intelectualidad de la izquierda a las economías desarrolladas occidentales y luego, ante el caso de China, que también tipificaría como explotador, hace silencio o aplaude.
Muchos radicales no han entendido las transformaciones del modelo chino y ante la magnitud del golpe que desmonta la falacia revolucionaria, optan por concentrarse en los símbolos del partido comunista y desconocen que para superar las hambrunas y generar riqueza y prosperidad, fue necesario propiciar el mercado y abrirse a las inversiones.
La incorporación de la China comunista en la Organización Mundial del Comercio (OMC), luego de largas y complejas negociaciones que iniciaron en el viejo GATT, representó un punto de inflexión para la participación de China en el mercado mundial y facilitó la llegada de multimillonarias inversiones, también atraídas por los bajos costos de la mano de obra y la férrea disposición del partido comunista a garantizar los beneficios de las inversiones.
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Progresivamente China se convierte en centro de atracción de inversiones y de generación de cadenas globales de valor Han sido décadas de crecimiento sostenido, que propiciaron el boom de las materias primas que benefició a varios países de la región.
Con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos (2017), se incrementa la presión contra China. Es una lucha de mercados, balanzas comerciales, control de las tecnologías y el ciberespacio. Una competencia entre potencias que abre el debate sobre algunos temas oscuros en el mercado comunista chino, tales como: competencia desleal, discriminación, corrupción. Ahora, con la crisis de la pandemia del covid-19, las tensiones se incrementan e incluyen la participación de varios países.
En estos momentos China experimenta un cuestionamiento tan fuerte, comparable con el rechazo mundial ante los crímenes de lesa humanidad en la plaza de Tianamén.
Las presiones son diversas, además del enfrentamiento con el gobierno de los Estados Unidos, que puede estar atizado por el proceso electoral, y el caso del covid-19, debemos sumar las tensiones con Hong Kong, Taiwán, la India y sus vecinos en el Mar Meridional.
Frente al complejo panorama, la reacción inicial del partido comunista, siguiendo el modelo, se orienta a fortalecer su activismo internacional, con la llamada “diplomacia de las mascarillas”. Mucha cooperación en todos los planos, particularmente sanitario, mucho apoyo financiero; empero, dado que las críticas y tensiones se incrementan, el partido comunista está optando por una reacción más dura.
Observamos un nuevo giro que podríamos interpretar con la metáfora de “la zanahoria y el garrote”. Se agota el tiempo de la zanahoria, el bajo perfil, la persuasión, el soft power; ahora, con el nuevo giro, se inicia la fase del garrote, la coerción, en el lenguaje de los Estados Unidos entran en la escena los halcones, y son varias las manifestaciones de esta nueva tendencia, entre otras: el sorprendente anuncio de sanciones al gobierno de Australia, importante socio comercial, por solicitar la investigación del caso del covid-19.
Otra expresión de la nueva tendencia es la agresividad en el discurso del personal diplomático chino en el mundo, tradicionalmente silencioso e impenetrable, comportamiento que ha sido calificado por la BBC, como “el nuevo ejército de diplomáticos guerreros lobos”. Muy significativo en esta nueva línea, han sido los resultados de la reciente reunión Congreso del Pueblo, que ha incrementado los gastos militares y, en particular, ha aprobado un proyecto de ley de seguridad, orientado a controlar a Hong Kong y erradicar el movimiento independentista.
Estamos definiendo estos cambios como un nuevo giro, pero pudiera ser simplemente sincerar la política exterior china, al respecto, conviene recordar que para el líder fundador del nuevo modelo chino, Deng Xiaoping, la estrategia declarada del país era «esconder la fuerza y aguardar el momento”. Por lo visto, está llegando el momento.