Ódiame…, por Marisa Iturriza
En los 10 Mandamientos se nos ordena Amar. Amar a Dios, amar al prójimo como a ti mismo y, aunque no expresamente, también a ballenas, naturaleza, virtudes, culturas, etc., a lo viviente pues.
Bueno, uno procura obedecer lo más que pueda pero a veces resulta difícil, sobre todo últimamente cuando, aparte de uno que otro capricho de esos que suelen ocurrírsele al planeta, como lluvias torrenciales, terremotos, huracanes, sequías, deslaves y pare de contar, se le suman los producidos por algún funcionariato cuya ocupación, a falta de calificaciones idóneas, pareciera ser la de «jorobar» cuanto sea posible y más la existencia de la mayoría en lugar de cumplir con el deber de servirla pero que, a pesar de todo, no me llenan tanto del profundo ODIO con mayúsculas que se conocerá a continuación si es que morbosamente siguen leyendo.
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Lo que sobre todo me induce a odio acérrimo es la indefensión ante un totalitarismo que ocupa todo espacio y que –en general– pretende imponer su desorden altanero, instalarse en tu casa nada menos, devorar y/o contaminar los alimentos que logras conseguir y el agua y el aire, desalojarte o inducirte a la emigración, ahorita que no hay para donde ir por lo del fulano coronavirus.
Que ante la falta de una oposición contundente y sensata que le impida avanzar mediante estrategias positivas, va alterando a paso de vencedores la cotidianidad con una eficiencia ante la cual, de usarlo, habría que “quitarse el sombrero” en señal de admiración.
Sobran consejos, opiniones, indicaciones para erradicar plagas como antaño se hacía mediante fumigaciones, hoy casi impracticables debido a la sustracción de insumos para enfrentarlas y a la “aunque usted no lo crea” escasez del US dólar suplantador del bolívar, lo cual milicianamente inspira a que aprendas a sentir el placer de destruir/Que aprendas a matar –ojalá– a toda esa plaga de cucarachas, chiripas, moscas, zancudos, mosquitos, gusanos, larvas, ratas y ratones a la que me refiero, que si fuera decente diría Ódiame por favor, yo te lo pido, ódiame con encono y sin clemencia como Julio Jaramillo, rey de la rocola, hasta que unitariamente se logre el ecológico producto que, sin dejar rastros, elimine a esa plaga y a similares y/o afines que nos acechan enconadamente.
Lo celebraríamos con un gran festival fraternal y al día siguiente iríamos contentos a trabajar sin Odio por un presente y un futuro de libertad y prosperidad bien ganados gracias al esfuerzo de todos ¿Podremos?
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