Omar Zambrano: Hay dos Venezuelas y la desigualdad entre ambas no hace sino agrandarse
Para Omar Zambrano, los «brotes verdes» que experimenta la economía venezolana son un progreso a medias, ya que la naturaleza importadora de esta dinámica restringe un crecimiento real de la producción, el empleo y el bienestar del venezolano. Identifica en la enorme nómina de empleados públicos, que no pueden cobrar en dólares, un foco para la crisis humanitaria
Es innegable que la realidad económica de Venezuela es completamente distinta a la que se experimentaba hace apenas unos cuatro años. Desde 2019 se evidenció un giro de 180º en la postura del Gobierno frente al libre mercado.
El discurso de Nicolás Maduro y la cúpula chavista pasó de satanizar al dólar y postularlo como una herramienta para promover la supuesta «guerra económica» —que utilizó como excusa durante años para justificar el desempeño económico de su administración— a impulsar su uso inyectando divisas a la economía desde el Banco Central de Venezuela (BCV).
La dolarización abrió las puertas a un nuevo panorama para la economía venezolana. En esta nueva dinámica, el Estado parece haber dejado de lado sus políticas reguladoras que asfixiaban a la empresa y dejó en manos de los privados la recuperación de la producción, los salarios y el comercio.
Aunque esta libertad generó mejores condiciones para algunos sectores muy específicos de la población venezolana, dejó desamparados a otros millones que no poseen los medios para sacar provecho de un mercado libre y se han quedado al margen en un país cada vez más costoso y desigual.
Por otra parte, la ausencia del Estado acaba siendo negativa. Aunque dejara de perjudicar a la economía con sus regulaciones, su inacción no impulsa su recuperación y los privados no tienen suficiente músculo financiero como para impulsar la producción de manera acelerada. Como consecuencia, y el atenuante que significó la pandemia, la economía no dejó de caer.
En 2021 se registró una cifra de recuperación por primera vez desde 2013. Tras ocho años de caída sostenida, con una economía de apenas el 20% del tamaño que tenía cuando Nicolás Maduro llegó al poder, se respira cierto aire de esperanza para la economía.
No obstante, este desarrollo a medias parece dejar a un gran porcentaje de la población por fuera y apuntar hacia una ampliación de las brechas entre las clases sociales. Cada día el adinerado mejora sus condiciones y el pobre las empeora.
En este contexto, TalCual conversó sobre la desigualdad de este entorno económico con el economista Omar Zambrano, cofundador de la consultora Anova, que recientemente lideró un estudio sobre la evolución de los salarios en el sector comercial venezolano durante 2021.
—¿Cuáles son los nuevos retos de este contexto económico distinto a 2018?
—Ciertamente la situación económica general del país es radicalmente distinta a lo que era hace apenas tres o cuatro años. Creo que más como consecuencia de un cambio de rumbo forzado por las circunstancias que por convencimiento. El set de políticas del Gobierno indujo esto que vemos.
Ha habido esta especie de liberalización que ha permitido la reactivación de algunas capas de la economía. Uno empieza como a ver estos brotes verdes en una economía donde no había nada y padeció ocho años continuos de caída.
Gracias a estos brotes verdes hay un renovado optimismo de ciertos sectores de la sociedad venezolana por lo que está pasando. Nuestro empeño y lo que estamos haciendo es tratar de escudriñar un poco más allá de la superficie de lo que está pasando para tratar de calificar mejor el proceso que estamos viviendo.
—La economía de 2022 parece propiciar un mejor contexto para el desarrollo económico, pero ¿es un modelo que incrementa las desigualdades?
—Lo central es que uno debe observar lo que está pasando desde una perspectiva amplia del desarrollo de una economía. Aunque hemos visto cierto dinamismo en ciertas capas de la economía, lo que está sucediendo es extremadamente limitado en cuanto a su alcance sectorial. Son pocos sectores los que se están reactivando y no necesariamente los más importantes para el desarrollo del país.
Territorialmente también hay desigualdades enormes. No es lo mismo lo que pasa en el este de Caracas que en el interior de Venezuela. Cuando uno empieza a meter dentro del análisis esta perspectiva más amplia, nos damos cuenta de que lo que sucede. Lo que yo observo es que esto no tiene demasiada tracción productiva.
El cambio de orientación de las políticas del Gobierno lo que ha producido es una especie de «miniboom» de bienes de consumo final importados. Ese tipo de actividades son vistosas, uno ve cierta recuperación en las ciudades y los centros urbanos más importantes, pero es una recuperación superficial.
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El comercio carece de profundidad productiva. La actividad comercial y de servicios emplea a mucha gente, pero deja poco valor agregado. Se reactiva algo de transporte, comercio y servicios, pero lo cierto es que las principales desigualdades que observamos tienen que ver con ese tipo de desarrollo.
Podemos comer importados toda la vida, pero mientras no se reactiven actividades con amplia tracción productiva no se generará el empleo suficiente como para crear la masa de asalariados y de ingresos laborales que permitan sostener el consumo. Hay un circuito que no está operando.
Entonces, una parte se está reactivando y la otra no; una parte se recupera y la otra no. La desigualdad entre una Venezuela y otra no hace sino agrandarse en los últimos años. La diferencia entre una Venezuela y otra es cada día mayor. Tiene que ver con el tipo de políticas que se están aplicando que favorecen un tipo de desarrollo que va a generar muchísima desigualdad.
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—¿Qué peso tienen las medidas que está tomando el Gobierno de Nicolás Maduro?
—El sector público tiene la necesidad de generar dólares. Es un ente que tiene muchísimos gastos en dólares, pero no tiene los suficientes ingresos en divisas porque su principal fuente, el sector petrolero, sigue estando a menos de media máquina.
El Gobierno no puede cobrar impuestos en dólares porque no hay una dolarización formal y tampoco tiene acceso a mercados financieros de crédito internacional. No tiene de dónde sacar dólares y está en una situación muy difícil.
Tiene un estimado de 2,5 millones de empleados públicos con salarios de hambre, porque es una parte de la economía que no se ha dolarizado ni podrá hacerlo porque su patrón no tiene dólares para pagarle. Esa es la fuente de la crisis humanitaria.
Tienes el país dividido entre los que tienen dólares y los que no. Los que tienen, no tienen muchos, solo arañan algunas divisas. Probablemente estén algo mejor que hace dos años, pero no están completamente bien.
La otra parte de la economía es la Venezuela de la crisis humanitaria, familias enteras que seguirán alimentando el proceso migratorio, que seguirán yendo al arco minero a intentar sacar oro y gente que sigue teniendo enormes problemas para subsistir. Eso convive al mismo tiempo que esta especie de recuperación.
Es una economía partida en dos, pequeñas, sin actividades productivas de amplia base y que va a seguir excluyendo a una parte importante de la población.
—¿Cuál es el papel de la dolarización en este contexto? ¿Ha ayudado a ampliar las brechas o más bien es una herramienta que puede ayudar a disminuirlas?
—La dolarización está muy avanzada. Creo que es casi total en términos de precios y que ciertamente la dolarización ha permitido estos brotes verdes en la economía. Tener una moneda con la cual transar, que no pierda valor, siempre es mejor para hacer negocios. Eso ha sido positivo.
Ya en este punto, la dolarización es prácticamente irreversible. Lo que no tenemos es una dolarización institucional, solo transaccional. No hay instituciones dolarizadas, contratos en dólares, regulaciones para la circulación del papel moneda en dólar, así como bancos, cuentas, tarjetas de crédito ni puntos de venta. Falta muchísimo.
Esta dolarización, tal cual como está, es más bien un freno para la recuperación de la economía. Dudo mucho que el Gobierno pueda avanzar en una dolarización más institucional.
Una dolarización formal implicaría tener que pagar salarios en dólares. No sé si el Gobierno tendría esas divisas para cubrir la cuenta.
—¿Qué consecuencias tiene una sociedad desigual en lo económico?
—La desigualdad tiene un montón de consecuencias que deben monitorearse. Una economía extremadamente desigual causa enormes daños al tejido social de un país.
Por otra parte, tiende a generar sistemas políticos que perpetúan el statu quo. Cuando una economía es muy desigual, suele estar en manos de los que están arriba en esa sociedad. Cuando el sistema político está controlado por los que están arriba, todo lo que pasa en esa economía tiende a perpetuar que quienes estén arriba se queden allí.
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El sistema político que puede surgir de una economía como la que se desarrolla en Venezuela es una economía que va a perpetuar esas diferencias. Eso preocupa a mediano plazo, porque una economía con este nivel de desigualdad lo que generará es más venezolanos expulsados del país, porque no hay presión política por corregir lo que está mal.
—¿Esta desigualdad se extiende también a la educación? ¿Qué consecuencias tiene que la educación parezca solo estar al alcance de las élites?
—Esta recuperación económica que crea esta desigualdad está en un contexto agravado por la emergencia de la pandemia. Veo que las brechas que se están creando en términos de la capacidad de formación de capital humano, entre los que tienen y no tienen, se agrandan cada día más.
Solo hay que observar lo que pasa a nivel de educación primaria y secundaria. Los planteles públicos de educación no han arrancado este año escolar.
Estos son millones de niños que están creando una brecha educativa que, si la sumamos a la brecha socioeconómica que producen las dificultades de alimentación, están creando una generación con serias deficiencias de formación de capital humano.
Esto va a tener consecuencias enormes en el futuro de Venezuela. El país que heredará esta generación en 20 o 30 años va a perpetuar estas diferencias simplemente por la cantidad de capital humano que pudo incorporar una parte de la población y cuánto pudo incorporar la otra.
Cuando uno extrapola esta situación hacia el futuro uno ve es que estas brechas se están agrandando y todos los elementos indican que van a permanecer por mucho tiempo.
—Desde Anova analizaron la situación de los salarios y parece que hay más dinero, pero las dificultades para sobrevivir se mantienen. ¿Cómo ha evolucionado el aspecto salarial desde 2018?
—Nuestro estudio está solamente referido al sector comercial privado, que es el que se ha reactivado más, pero salvando esa diferencia, se evidencia que sí hay un sector privado que está mejorando su productividad y los salarios se han incrementado en términos porcentuales, pero siguen siendo extremadamente bajos internacionalmente y frente a cualquier canasta básica.
El valor en dólares en los productos se ha incrementado enormemente y esto también tiene que ver con las políticas del Gobierno, decidido a controlar la hiperinflación a través de la estabilidad del tipo de cambio.
El dólar vale 4,5 bolívares o menos desde hace unos ocho meses. La tasa no ha variado mientras la inflación en bolívares ha seguido avanzando. Esto hace que todo en dólares luzca más caro. Cada día es más barato en bolívares importar cualquier cosa.
Esto ayuda a que sean solamente ese tipo de actividades las que se están reactivando. Todo el que trae productos importados está mejor porque la estabilidad lo favorece.
Esa recuperación de salarios va de la mano con una economía que se ha vuelto más cara. No está demasiado claro si los trabajadores que reciben un mejor salario están mejor.
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—Parece que la desigualdad se traslada incluso a los campos profesionales. ¿Cuáles son los sectores más afectados?
—No hemos podido medir salarios en otros sectores que no sea el comercial, pero parece haber evidencia de crecimiento de salarios en el poco empleo que se está generando en manufactura e industria o agricultura. El que se está quedando detrás es definitivamente el sector público, con salarios muy bajos.
También hay diferencias dependiendo del tipo de trabajo. Si es de una labor básica con un nivel de poca sofisticación, ganas menos que los salarios más profesionales o gerenciales. En realidad, todos están creciendo, pero siguen muy bajos.
—Datos de Encovi señalaban que la mujer era la más perjudicada en materia laboral. ¿Esta crisis tiene distinción de género?
—En Anova hicimos una línea de trabajo acerca del tema de género, con Encovi y otras fuentes de datos. La situación laboral de las mujeres en Venezuela es extremadamente precaria.
Venezuela experimentó un retroceso enorme en un indicador muy importante a la hora de definir cuál es la situación de las mujeres en el mercado laboral, que es el Indicador de Participación Laboral Femenina, de mujeres que participan efectivamente en el mercado laboral.
El país pasó de ser uno de los líderes de participación laboral femenina hace unos 15 años, a ser la economía con la participación laboral femenina más baja de toda la región latinoamericana. Solamente tres de cada 10 mujeres aproximadamente participan efectivamente en el mercado laboral. Hay siete mujeres de cada 10 que se retiraron o dejaron de buscar empleo.
Esto tiene consecuencias enormes para el desarrollo del país. Más de la mitad de las mujeres del país que están en edad laboral más importante no están participando en el proceso de desarrollo del país. Casi la mitad de la población está excluida del sistema productivo.
La participación laboral femenina es probablemente el elemento de emancipación femenina alcanzado en la historia del siglo XX. Este logro permitió despegar a la mujer de las labores del hogar y la lanzó al mercado laboral, lo cual significó un triunfo para sus derechos al tener mayor autonomía.
—¿Qué debe pasar con la economía para generar un entorno menos desigual?
—El problema es que no sé si esta economía, sobre las bases que se están construyendo en este momento, tiene lo necesario para que esto ocurra.
La desigualdad va a disminuir solo en el momento en el que empiecen a producirse empleos de calidad para las grandes mayorías. Mientras siga siendo una economía superficial de comercios y servicios, de productos importados, sin valor agregado y que no genera empleo, es muy difícil que eso ocurra.
Lo que necesitamos es que se creen cientos de miles de empleos en los sectores de manufactura, agroindustria, agricultura, construcción; que el sector público pueda pagar salarios mucho mejores. Para que eso ocurra el país debe atravesar otro rumbo, lo cual requiere un fin de la crisis política, que las autoridades vuelvan a tener credibilidad y todo sea llevado de una forma más racional y técnica.
Hacen falta muchas cosas. Entre ellas, un programa de estabilización que acabe con el episodio inflacionario y ponga políticas macroeconómicas que generen estabilidad y sean creíbles. Para ello no hace falta solo un cambio de rumbo sino también de personas. No sé si los actuales conductores del país tengan la credibilidad para hacer esto.
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