Otra oleada del deslave institucional, por Gregorio Salazar
Twitter: @goyosalazar
«Si no tenemos la capacidad de distinguir lo que es verdadero de lo falso, por definición nuestra democracia no funciona», declaró recientemente Barack Obama, advirtiendo con ello que Estados Unidos estaría «entrando en una crisis epistemológica, una crisis de conocimiento”.
Lo hacía a propósito del ”gigantesco fraude electoral” denunciado —sin pruebas—- por el presidente Donald Trump, supuesto al que ha arrastrado quizá a la mitad de los 70 y tantos millones de norteamericanos que votaron por su opción el pasado 3 de noviembre.
Sus decenas de inconsistentes demandas judiciales han caído una tras otra y, sin embargo, él insiste en su huida hacia adelante sin importarle el riesgoso menoscabo que ocasiona a la centenaria confiabilidad de la que ha gozado el sistema electoral de su país, que a pesar suyo todavía es considerada la primera democracia del mundo.
Además de inquietarnos sobre la peligrosa deriva que le ha imprimido —con su lenguaje y su conducta atrabiliaria— a las instituciones de su país, el populismo de Trump nos da pie a la reflexión del expresidente Obama, a quien esa misma dinámica de falsear descaradamente la verdad lo ubica entre nosotros como un comunista “de uña en el rabo”, para volcar la mirada sobre la certeza o no que puedan tener los venezolanos sobre lo que se dice y hace, lo que ocurre y cómo ocurre, bajo la cúpula de la “revolución-Estado-gobierno-partido” y, en específico, sobre las causas de esta inaudita, inmensurable, catastrófica e insostenible crisis nacional.
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Fue a comienzos del primer mandato de Chávez cuando le oímos decir al profesor Eleazar Díaz Rangel, confeso incondicional del oficialismo, que se estaba entrando en un proceso en el cual cada día “va a ser más difícil saber dónde estará la verdad”. ¿Por quién o quiénes lo decía?, nos preguntábamos y suponíamos que probablemente pensaba en lo que el propio Chávez bautizó como “la canalla mediática”, que era decir los medios independientes del sector privado.
Tal vez preveía una situación de “guerra de baja intensidad”, pero tampoco nos dijo el viejo maestro del periodismo, hoy desaparecido, cuál era el papel que le correspondía en la búsqueda y difusión de la verdad a los medios del sector público, que se fueron multiplicando como la verdolaga y así mismo utilizados para uso exclusivo, sesgado y sectario del partido de gobierno.
Valga decir que EDR murió asegurando que durante el gobierno de Chávez jamás hubo un caso de censura, práctica que él mismo fue capaz de ejercer en el famoso tabloide, llevado a la ruina por manos oficialistas, que él dirigía. Sucumbió a sus propios supuestos.
Una de las mayores farsas que habremos visto en estos tiempos de deslave institucional emergerá fatalmente este domingo 6 de diciembre de las urnas de votación en las elecciones legislativas, cuando el chavismo gane holgadamente y, casi seguro, con la mayoría calificada. Tales han sido las decisiones inconstitucionales, la múltiples formas de represión contra líderes y partidos, el consabido abuso de los recursos del Estado, la presión contra los empleados públicos, el absoluto control de los medios, que un resultado distinto al señalado pudiera considerarse un estrepitoso fracaso para el régimen.
¿Qué falsos supuestos podrá endosar la dictadura madurista a esa tramposa victoria electoral? Que son mayoría. Que son populares. Que no han fracasado. Que la debacle que azota el país ha sido inducida por sus adversarios criollos y sus aliados imperialistas. Que las elecciones han sido limpias, ecuánimes y diáfanas. Que el pueblo sigue confiando en ellos y en la retahíla de falsas promesas, las trampas cazabobos de siempre, que han vuelto a difundir de extremo a extremo del territorio nacional. Frente a ellos unos opositores cuyo drama es no ser percibidos como tales.
Todo presagia tiempos dificilísimos para una oposición cada vez más acorralada y fragmentada, con Guaidó en solitario llamando a una Consulta Popular que lo prolongue en el tiempo como principal referente ante la comunidad internacional. Valga como respuesta y acción movilizadora, pero ¿quién definirá y echará a andar la urgente nueva estrategia de los factores democráticos?
Cohesión, coherencia y unidad son las tres condiciones que a juicio del expresidente del gobierno español, José María Aznar, necesita la oposición venezolana para tener el apoyo internacional en su lucha contra el régimen que esclaviza a Venezuela.
Y lucen no como un mantra más, sino una línea de acción urgente que debe ser definida en un diálogo franco y responsable para con el país entre las principales cabezas de la lucha opositora.
Gregorio Salazar es Periodista. Exsecretario general del SNTP.
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