Otro umbral, por Julio Túpac Cabello

Twitter: @JulioTupac
Quizás lo peor está aún por venir, o quizás haya pasado ya. Quién puede saberlo. Los venezolanos nos encontramos en un nivel superior del dolor. Es un gentilicio que tiene años siendo carajeado, atropellado y burlado. Y luego, estafado, torturado y mancillado. Es un país que vive de herida en herida, de sobresalto en sobresalto, de una golpiza a otra.
Ya empezando la gestión de Chávez se abrió la puerta para denigrar del que criticara, sin importar que también a ellos representaba y debía servir. Se incentivó a los entonces Círculos Bolivarianos para que sirvieran de bandas de choque contra sus mismos compatriotas, y las leyes (una supuesta reforma de justicia que solo sirvió para adueñarse del poder judicial), la Constitución, la Asamblea Nacional de entonces y los servicios de seguridad (desde las policías del estado hasta las Fuerzas Armadas) se hicieron parte de un poder ejecutivo cuyo principio mismo era: sólo tienes derechos como venezolano si engrosas mi causa.
La polarización nos enfermó y entonces el poder recrudeció: empezaron a cerrarse medios de comunicación (una práctica que se ha perpetrado y profundizado hasta ahorcar la libertad y la información), se repitió un referendo cuya segunda parte estaba expresamente prohibida, y a partir de allí las normas electorales, sus representantes, sus procedimientos y sus auditorías se hicieron cada vez más arbitrarias.
Con la muerte de Chávez, el régimen se ha visto obligado a quedarse desnudo, mostrando sin más recursos sus verdaderas herramientas: las armas, los paramilitares, fuerzas extranjeras, explotación de recursos para apropiación indebida (hay expertos que hablan de que el chavismo ha robado mil millones de dólares).
Pero ni siquiera eso les ha bastado. La desnudez les amenaza y les aumenta la barbarie que ya tan claramente han mostrado: apresan de a cientos, torturan y torturan, asesinan, desconocen y mienten sin cesar.
Están aferrados al poder. Inventaron una, dos, tres elecciones y falsificaron números. Usaron las negociaciones para sobrevivir más tiempo hasta que el valor de su palabra quedó más devaluado que el mismísimo bolívar (algunos cálculos dan hasta 1 millón por ciento de hiperinflación para finales de año).
Y mientras más necesidad pasa el venezolano ellos más poderosos se sienten. A falta de libertad, leyes y legitimidad en el poder, han agudizado el hambre, la salud y la existencia. Un mendrugo de pan vale un carnet, una gota de analgésico vale un silencio, una vida vale una consigna.
Hemos sido mancillados adentro y afuera. Los venezolanos que estamos más allá de las fronteras hace muchos años que fuimos desconocidos por nuestro propio país.
Pero que no se alarme un extranjero si leyese este texto. Si los que estamos afuera hemos sido desconocidos, los venezolanos que se encuentran adentro son tratados como enemigos. Es incluso fácil pensar que el chavismo, en el fondo, lo que siempre lo motivó, es un profundo odio por lo venezolano: han pervertido la historia, destrozado sus instituciones, regalado su soberanía y arrasado con su gente (no se olviden que los 3.8 millones de los que se hablan son a partir del 2014, antes de eso, muchos cientos de miles se habían ido ya… 2 millones?).
Pero hay que estar muy ciego para no verlo. Aunque se puede. Porque el dolor, uno sobre otro, adormece. Aún así, los venezolanos no hacen otra cosa que luchar por su libertad. Zombies, desnutridos, perseguidos, afectados, sin luz, sin agua, sin transporte, Venezuela sigue empeñada. Como si no hubiese otro norte ni destino.
Parece un sino que trasciende la realidad.