Oye mi negro: Capriles los tiene locos, por Teodoro Petkoff
En el PSUV, definitivamente, se han desatado los diablitos de la paranoia, y es de temer que también los del miedo. Cada ocurrencia es más estrambótica que la anterior. Llega Chávez de Cuba tirando un tubazo: el gobierno ha descubierto que se prepara un complot para asesinar a Henrique Capriles Radonski y le ofrece protección especial.
Lo curioso es que tengan todos los datos sobre esa conspiración (Chávez dixit) y no hayan apresado a ninguno de los presuntos asesinos. De tanto inventar complots contra él mismo, ninguno de los cuales jamás se produjo y tampoco arrojó responsables que hubieran sido detenidos, Chacumbele, consciente de que las tentativas de su asesinato ya no las cree nadie, ahora inventa complots contra su rival electoral, tan farsescos y grotescos como los que se atribuía contra sí mismo.
Lo difícil es entender cuál es el propósito de este flato. ¿Asustar a Capriles? ¿Provocar respuestas paranoicas en este, que lo desestabilicen emocionalmente? ¿Intimidar al pueblo en general? ¿Crear las condiciones para un atentado verdadero que se atribuiría a sectores de la propia oposición, supuestamente decepcionados de su candidato, y aquí se arma la de San Quintín? Vaya uno a saber.
Pero lo cierto es que luce tan poco creíble como los atentados fantasmas contra Chacumbele y revela que aparte de la “rabo ‘e cochino”, si acaso, ya a Chacu no le queda nada en la bola. Hace seis años inventó lo mismo contra Manuel Rosales y no pasó nada. La misma «miasma».
Diosdado, ahora bautizado “Pimentón” por el “Gato” Briceño, gobernador de Monagas –infiere uno que porque, tal como el fruto, está en todos los guisos–, y abierto aspirante a príncipe heredero –lo cual no disimula–, también produjo una chavotada no menos estrambótica. Señaló como “racista” la caricatura de Weil en este diario sobre el drama del Guarapiche y de inmediato uno de sus alabarderos promovió un debate en la Asamblea Nacional sobre TalCual.
Curiosamente, nunca se habló de la caricatura ni de su autor. Todo el tiempo se le fue al pichón de Catón en atacar, con los insultos de costumbre, tanto al director del diario como a su jefe de Redacción, y en general, en abstracto, a todo el equipo que elabora el periódico. Terminó proponiendo una investigación sobre la línea editorial de TalCual.
Es difícil saber si la acusación de “racismo” a la caricatura de Weil es, como siempre, un pretexto para joder o realmente, formulada en serio, constituye una muestra de suprema ignorancia. El concepto de “afrodescendiente” fue inventado en Estados Unidos, dentro del contexto histórico y cultural de esa nación, donde hasta una guerra civil se produjo por la esclavitud y donde la palabra “negro” estuvo siempre cargada de una connotación despectiva e hiriente y por eso recientemente se la eliminó del habla corriente.
Pero en nuestro país la palabra “negro” muy rara vez es utilizada como agravio, porque el sedimento racista en nuestra sociedad es muy tenue y constituye un vocablo no sólo apelativo sino cargado de cariño y cordialidad. Utilizar entre nosotros el concepto “afrodescendiente” implica, más bien, un rastacuerismo pitiyanqui.
Por cierto, ¿la investigación sobre la línea editorial de TalCual anuncia acaso la aparición de aquella totalitaria Policía del Pensamiento, acompañada de la censura previa?
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