Papá Fidel, por Teodoro Petkoff
«La semana pasada se me ocurrió invitar a Fidel Castro», dijo ayer Hugo Chávez en su programa «Aló Presidente». En el mismo tono coloquial con el que suele revelar en el canal oficial del Estado sus chismes de familia, el Presidente de Venezuela anunció esta intempestiva visita del vitalicio mandatario cubano, a quien duda si llamar «hermano» o «padre». Quien lo escuchó, posiblemente miró el calendario para cerciorarse de que no era 28 de diciembre, día de los inocentes, y que este anuncio no era uno de esos malos chistes a los que nos quiere acostumbrar el Presidente con su ripioso y triste humor. No, no es un chiste, ni una travesura del señor Hugo Chávez esta invitación a Castro a que venga al país para pasar un rato conversando con él. En este diciembre de incertidumbre que vivimos, esta invitación a Fidel Castro no es otra cosa que una bofetada al país.
En estos momentos, cuando hasta los niños saben que Venezuela se halla en una terrible encrucijada entre la democracia y la dictadura, entre la paz y la guerra, Fidel Castro no tiene nada que hacer aquí. Su presencia es inoportuna, intrascendente y provocadora. Desde los años de las luchas independentistas, los venezolanos vivimos con orgullo nuestra solidaridad con los pueblos de América, particularmente con los iberoamericanos. Queremos que todos sean siempre bienvenidos.
Pero ahora, cuando el país ha decidido jugarse su destino en una contienda electoral, el Presidente reafirma los vínculos con un modelo político caduco y que es la expresión más acabada de la falta de libertad, de ausencia de juego democrático y, a juzgar por sus últimas y trágicas ejecutorias, de desprecio por la vida humana. ¡Qué error el de uno y el del otro! Fidel una vez más cree que puede decirle a otro país cómo debe comportarse para ser revolucionario e irreductible.
Que nadie se engañe: Todos aquellos experimentos que contaron con su bendición concluyeron en fracaso. Ese es el espejo en el que tendría que verse Hugo Chávez.