Para Ripley, por Simón Boccanegra
La doctora Cecilia Sosa, en entrevista publicada ayer en El Universal, nos explicó lo que ella haría para salir de Chávez. Todo es muy sencillo. Primero, llenar la Cota Mil de punta a punta y decirle al presidente «usted está despedido». Si el hombre no atiende esa solicitud, la buena doctora propone que de la Cota Mil la gente se regrese a su casa, «tire las llaves por la ventana» (increíble, pero ¡sic!) y no salga «hasta que ese señor se vaya». Porsia, sin embargo, la doctora tiene una carta marcada: si nada de eso funciona, «tal vez se imponga lo otro». «Lo otro» es el golpe militar. Resuelto así el problema macro, Cecilia entra en las menudencias. El desarme de la población, por ejemplo. Es enfática: «eso hay que hacerlo de inmediato». Naturalmente, tiene la fórmula instantánea e infalible: «habría que pensar hasta en la posibilidad de un toque de queda para completar ese trabajo al término de unas pocas horas». Imagina como cosa de coser y cantar una gigantesca operación militar, con decenas de miles de hombres (que no los hay, pero es detalle que no la perturba), entrando a saco en todas las barriadas (porque no es necesario advertirlo: es allí y no en las urbanizaciones), registrando casa por casa y decomisando armas. Además, sin un tiro. Por eso tal vez este dechado de cordura se permite la licencia de tildar de «locos» los decretos de Carmona. Pensar que esta señora fue presidenta de la Corte Suprema de Justicia.