Paradojas sinvergüenzas, por Simón Boccanegra
La prepotencia y la arrogancia de Chacumbele no tienen límites. Mientras muchos venezolanos se encuentran presos como producto de procesos amañados que tienen el hedor de la vendetta política, otros andan libres y del brazo del Jefe.
Richard Blanco esta en chirona por haber salvado por lo menos de una golpiza a un policía infiltrado en una marcha de la oposición, y es tan absurda su prisión que el mismo gendarme se ha negado a declarar en su contra y ha afirmado varias veces que le agradece haberlo sacado ileso de allí. Pero el pasado sábado 23 de enero, quien sí se exhibía, libre, oronda y satisfecha, en la tribuna desde donde peroraba el Líder Máximo, era nada menos que Lina Ron. Esta exquisita dama dirigió el último ataque que su grupo paramilitar efectuó a la sede de Globovisión, y fue tan público y evidente el hecho que Chávez no pudo menos que hacer la pantomima de ordenar su «prisión». Pero ya la señora está libre y ha vuelto a las andadas.
Estuvo en Conatel, con su banda y al amparo de la Policía Metropolitana y se hizo presente en el estadio, en el memorable Caracas-Magallanes del lunes en la noche. Por cierto, que los masivos gritos de «Tas Ponchao» la mantuvieron tranquiliiita.
Dos son las conclusiones que el ciudadano venezolano puede sacar de esto. Por un lado la ratificación de lo evidente; Chávez carece de toda credibilidad, y la faramalla de poner presa a Lina Ron era otra truculencia para engañar pendejos. Y la otra, tanto o más grave que la anterior, es que en Venezuela actúa una delincuencia política armada, con licencia para toda clase de desafueros, y cuenta con el respaldo de Hugo Chávez.