Pasaportes sospechosos, por Simón Boccanegra
La última moda en materia de jorobar la paciencia inventada, aparentemente, por El Aissami (digo, porque es su ministerio quien gobierna a la Diex), es la de fotocopiar los pasaportes de opositores conocidos. Cosa típica de mentes pigmeas, de espíritus carcomidos por el reconcomio que les produce la conciencia de su propia mediocridad. Típica también de mequetrefes que sólo se atreven a molestar a otros cuando se saben protegidos por guardaespaldas. Leopoldo Castillo, Carla Angola, César Miguel Rondón, periodistas de renombre, han pasado por la desagradable experiencia de ver retenidos sus pasaportes «para fotocopiarlos». Obviamente, se trata sólo de joder. La policía tiene todos los datos de esas personas y sabe perfectamente a dónde viajan. No necesita de esa retención para averiguarlo. La hacen los funcionarios designados para tal cometido porque esas son las órdenes que han recibido. Pero lo ocurrido con el profesor Heinz Sonntag va más allá de la molestia. A Sonntag no sólo lo hostigaron sino que le anularon su pasaporte, que está vigente. Hay un sesgo xenofóbico en el atropello de que fue víctima. ¿Por qué anulan el pasaporte de Sonntag? ¿Porque nació en Alemania y es venezolano por nacionalización? ¿Qué razón válida puede esgrimir El Aissami para justificar o siquiera explicar este abuso de autoridad? Un airecillo siniestro está soplando por estos lares. Los cazadores de brujas están desatados. Tal vez un escalofrío les recorre el espinazo: el 23N está cada vez más cerca.