Patria y muerte, por Teodoro Petkoff
Sugería en estos días una señora, en una asamblea de ciudadanos, que la irrefrenable delincuencia que azota a los venezolanos es un plan del gobierno para “ahuyentar” del país a sus sectores más pudientes. Nunca deja de sorprender que aún haya gente con tales gríngolas en el cerebro, que todavía no sea capaz de orientarse en la sociedad en la cual le ha tocado vivir y que persista en sostener imperturbablemente que el país se acaba en los linderos de su “urbanización”.
El hampa es un problema terrible, que afecta, sin duda, a todos los sectores del país, pero donde golpea con mayor saña, donde es más destructiva, es precisamente en las barriadas populares, donde habitan millones de venezolanos que bien poca posibilidad tienen de irse del país.
Es en los “barrios” donde se producen casi todos los asesinatos que casi diariamente llenan de luto los hogares populares. Son los conductores de busetas y taxis las víctimas preferidas de los atracadores, no sólo para robarlos sino para matarlos. Es en los barrios donde tienen lugar continuamente las balaceras entre bandas delictivas, que con sobrecogedora frecuencia dejan entre sus víctimas a niños y niñas atrapadas en el cruce de disparos. Los centros principales de la buhonería de la droga se encuentran en los barrios y es en ellos donde reinan los capos de las mafias distribuidoras. Son los transportistas públicos quienes con trágica frecuencia trancan autopistas y avenidas para hacer oír su queja y su reclamo. Es la gente de “Los Erasos” la que se ve obligada a coger la calle para reclamar la indefensión en la que se encuentra. Las cárceles están llenas de hombres provenientes en casi su totalidad de los barrios. En definitiva, es el país de los pobres el que sufre con mayor dureza la implacable acción de la delincuencia organizada. Es una paradoja, pero como circula más dinero en los barrios, por la vía de las misiones, también han aumentado allí los atracos.
Es equivocado el diagnóstico que quiere ver en la incontrolable delincuencia un “plan” del gobierno para que la clase media se vaya del país. Esa hampa con el moño suelto no es sino la más dramática evidencia de la infinita incapacidad de este gobierno, de su inconmensurable ineptitud, de su atronadora ineficacia. La delincuencia ha desbordado en Venezuela todos los estándares internacionales, haciendo del nuestro uno de los países más violentos del mundo, con índices de homicidios por cada cien mil habitantes que se acercan incluso a los de países en guerra. Pero sería atribuirle al gobierno méritos que no tiene si fuera capaz de diseñar y llevar a cabo un plan tan eficaz para ahuyentar gente.
No, la verdad es que la delincuencia hace de las suyas porque este gobierno no sirve para nada. Se lo come la ineficacia y la corrupción. ¿Hace cuántos meses está trabajando una fulana comisión presidencial para diagnosticar el mal y proponer soluciones?
¿Le han parado alguna bola? ¿Se ha tomado alguna medida? Todo se les va en palabrería. Cero acción. La mitad del personal policial está dedicado a cuidarle las espaldas a cuanto pendejo tiene un cargo público. Las caravanas policiales que acompañan a los capos son una bofetada permanente a ese pueblo desamparado y atemorizado que vive bajo la ley de la selva en los barrios. En este ámbito, el fracaso del gobierno es más estruendoso que en ningún otro.