Paz y verdad, por Fernando Luis Egaña
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Se suele decir que sin justicia no hay paz. Y es cierto. Pero la justicia tiene que ser verdadera, no un remedo de la misma. Luego sólo con una justicia anclada en la verdad es que se puede lograr la paz.
Ello es especialmente claro para los delitos, crímenes, en contra de los derechos humanos, comenzando por el derecho a la democracia, como ha explicado con detalle, el doctor Asdrubal Aguiar.
También en el tema de la corrupción y, sobre todo, cuando esta no es una mera anomalía, sino la esencia del poder establecido.
En Venezuela no hay justicia ni siquiera en un mínimo algo decoroso. Lo que la hegemonía imperante llama justicia es un instrumento de persecución, de propaganda y de impunidad a discreción.
En esas condiciones es imposible que haya paz como sostén fundamental del bien común. Se está como en una jaula a merced de los intereses de la hegemonía. Siendo el principal de todos su continuismo en el control despótico y depredador.
La verdad está aplastada. Sin libertad de expresión, en términos operativos, la narrativa oficial no vale nada. Es pura propaganda, sin ningún asidero en la realidad del país. La supuesta «cruzada contra la corrupción», de estos días —como tantas veces se ha escenificado en el siglo XXI— lo demuestra hasta la saciedad.
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La reconstrucción de Venezuela debe tener como objetivo: alcanzar la paz y ello sólo será posible con una justicia verdadera. La verdad, a la vista de todos, sin pretextos ni maquillajes, es un fundamento para la ansiada reconstrucción nacional.
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