Pensamiento único, por Teodoro Petkoff
En una interesante investigación de la cual da cuenta ayer El Nacional, realizada por profesores de Historia de la UCV y de la Católica, se pueden leer estas cifras escalofriantes: de los 160 contenidos de Ciencias Sociales en bachillerato, nueve se refieren a Historia Universal, 21 a la Historia Contemporánea de Venezuela antes de 1999, 76 (usted está leyendo bien: ¡setenta y seis!) al gobierno de Hugo Chávez, más una ñapa de tres dedicados al ideario de Bolívar.
Este mero análisis cuantitativo pone en evidencia la intención de someter a los alumnos a una suerte de lavado cerebral, tratando de convencerlos de que todo lo que tienen que saber de la historia de su país se condensa en los años de gobierno de Hugo Chávez. Si se tiene en cuenta que, además, los cuatro momentos históricos que son considerados como los más importantes en nuestro devenir son los de la Venezuela precolombina, la Independencia, la Guerra Federal y el periodo que comienza en 1999, se puede inferir que, con excepción de lo ocurrido en los tres momentos anteriores al chavismo (en los cuales, por cierto, predomina el aspecto bélico), todo lo que compone el complejo proceso de creación de la nacionalidad, con sus afluentes y protagonistas sociales e individuales, es poco menos que desdeñable. Con saber de Simón Rodríguez no se necesita conocer a Andrés Bello.
Mas, cuando se ahonda en el examen de la calidad de los contenidos, la abrumadora primera impresión que causa el sobredimensionamiento del periodo chavista en nuestros quinientos años de historia, es reforzada por la convicción de que se está ante una tentativa de entregar a los educandos una versión de la historia re-escrita según los criterios político-ideológicos del chavismo. De modo que no sólo se exalta de manera hiperbólica la presencia de éste sino que se falsifica y distorsiona groseramente, de manera muy particular, la historia contemporánea. Puede imaginarse el modo como serán presentados los hechos que van del año 1945 a 1998 y bajo qué luz serán presentados los protagonistas civiles y militares de ese periodo.
Una cosa tan delicada como los contenidos curriculares de la educación no puede ser producto del laboratorio político de un gobierno en particular y menos aún si ese laboratorio es orientado por los dislates de Aló, Presidente. No pueden reflejar tales contenidos los intereses políticos, necesariamente contingentes, de un Gobierno.
Esto es un asunto de Estado, el cual debe comenzar por reconocer la diversidad del pensamiento nacional y convocar a sus distintos sectores representativos para elaborar la temática y asegurar una presentación de ésta no dogmática y abierta a la crítica, precisamente con el objetivo de enseñar a pensar sobre su propio país al alumno-ciudadano en formación.
Lo que hoy se intenta es exactamente lo contrario: enseñar a no pensar. Formar un robot político, no un ciudadano democrático.