Pensar más allá de la lluvia de ideas, por David Somoza Mosquera
Twitter: @DavidParedes861
El brainstorming suele ser una práctica que permite a las empresas mejorar sus procesos y ser más innovadoras, señalé en un artículo previo titulado «Brainstorming virtual: nada que envidiarle al presencial marzo 2022». De hecho, una lluvia de ideas es una excelente manera de explorar, precisamente, nuevas ideas, pero también aclaré que esto sería así siempre y cuando este método fuera bien ejecutado. De lo contrario, los resultados no serían los deseados.
Y justo en la búsqueda de esos óptimos resultados las empresas de hoy en día –como bien se advierte en la publicación «3 Exercises to Boost Your Team’s Creativity» de Harvard Business Review- gastan grandes sumas de dinero en capacitación en creatividad, con la esperanza de que estimule el pensamiento innovador entre sus filas.
«Desafortunadamente, la mayor parte de este entrenamiento simplemente no funciona. ¿Por qué no? Porque pone demasiada fe en los poderes del ‘pensamiento divergente’, o la generación aleatoria de nuevas ideas, un proceso que la mayoría de nosotros llamamos lluvia de ideas», señala Angus Fletcher, autor del artículo.
Efectivamente, hay veces en que la inspiración llega cuando menos uno lo espera, pero aplicar esto al trabajo puede resultar un tanto ineficiente: no se puede depender solo del azar. Es por eso que integrar el brainstorming como parte del proceso creativo puede ayudar a que se encienda esa chispa creativa.
Sin embargo, hay que tener claro que la lluvia de ideas no es un proceso aleatorio o de improvisación. Es una técnica pensada para evitar los llamados «bloqueos creativos» y ayudar al equipo, incluyendo al líder, a encontrar mejores ideas. De allí que se requiera una metodología para llevar adelante brainstorming y alcanzar, precisamente, los resultados deseados.
Por eso es que Fletcher argumenta que un mejor enfoque es dejar de confiar en el poder sobrevalorado de la aleatoriedad para fomentar la creatividad y, en cambio, adoptar un enfoque más basado en métodos. En su artículo, describe tres nuevas técnicas de capacitación que, como él dice, anulan las «prácticas de creatividad más comunes empleadas por las empresas modernas» para diseñar el pensamiento.
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Fletcher propone tres formas estructuradas de reforzar la creatividad de un equipo. La primera es “capacitar la fuerza laboral existente”. Esto para hacer frente a una práctica que se ha instaurado en algunas empresas: la contratación de creativos, que es la «solución rápida estándar» para impulsar la creatividad.
No obstante, esa contratación puede resultar contraproducente, ya que cuando las compañías asumen la creatividad como un don especial, «promueven lugares de trabajo en los que ciertos empleados son vistos como más creativos, lo que a su vez encierra el trabajo creativo en silos y lo vuelve vulnerable al pensamiento grupal».
Es por eso que las empresas que valoran a los «visionarios solitarios» a menudo son superadas en innovación por culturas corporativas que tratan a todos como creativos, aprovechando todo el potencial de su fuerza laboral existente.
La segunda es «en lugar de hacer una lluvia de ideas, piensa contrafactualmente». En este caso, Fletcher sostiene que cuando se hace una lluvia de ideas sobre las posibles respuestas a los desafíos y oportunidades actuales, los participantes activan sus miedos y esperanzas, lo que restringe radicalmente la creatividad y se silencia «la probabilidad de grandes ideas».
En cambio, el pensamiento contrafáctico «activa regiones motoras en el cerebro que no son lógicas y en su mayoría no conscientes», razón por la cual la mayoría de las ideas más importantes parecen aparecer en la cabeza de la nada. Cuanto más se practique el pensamiento contrafáctico, «más epifanías experimentará su equipo que ayuden a abordar los problemas y oportunidades actuales que no estaban considerando conscientemente».
Y la tercera es «conoce la originalidad del momento». Sobre este punto asegura que la mayoría de las sesiones de brainstorming terminan intentando seleccionar las mejores ideas, pero cuando se hace eso lo que realmente se está haciendo es intentar eliminar las peores ideas a través de técnicas lógicas como el pensamiento crítico.
«Eso es contraproducente. Restablece cualquier sesgo del que hayas logrado escapar durante la lluvia de ideas y acaba con tus creaciones más prometedoras… Lo que estas intuiciones nacientes necesitan en cambio es un mayor desarrollo», agrega Fletcher.
Visto lo anterior, no hay que perder de vista que la creatividad es el principal motor de la innovación y el espíritu empresarial, y un importante impulsor de la resiliencia. Y el brainstorming, siempre y cuando sea un proceso metódico y las empresas estén consciente que también hay que pensar más allá de la lluvia de ideas, es una herramienta clave.
David Somoza es especialista en temas de negocios y manejo de capital humano.
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