Pequeña biografía de Stalin, por Laureano Márquez
Autor: Laureano Márquez | @laureanomar
¿Qué tienen en común Iosif Stalin y Juan Vicente Gómez, además del bigote y la crueldad? Pues que una ficción narrativa atribuye al segundo la paternidad del primero.
La historia es la siguiente: supuestamente un circo ruso que viajó a Colombia, deambulaba por las cercanías de la frontera venezolana, donde Gómez se había exiliado (oficio muy venezolano, ya desde entonces, al que él luego, desde la presidencia daría también un gran impulso).
El tachirense frecuentaba la carpa en la que una rusa que leía las cartas (en idioma andino, supone uno) y en el porvenir inmediato que le esperaba al futuro “Benemérito”, se incluyó a sí misma. Gómez se habría enamorado de ella y esta mujer regresó a su tierra natal embarazada de quien sería más tarde “el padrecito de los rusos”.
Si esta historia fuese cierta, la nacionalidad de Stalin estaría en entredicho pues por el “Ius sanguinis” (por llevar sangre venezolana) tendría la nacionalidad de su padre, por el “Ius soli” ( sería georgiano por nacer allá) y por el “Iure solo fecundatio” (suelo en el que fue concebido) sería colombiano, de Cúcuta, para más señas.
Iósif Vissariónovich Dzhugashvili (se entiende por qué abreviado en Stalin), nació en Georgia, pero no la de los gringos, sino la Georgia eurásica, que fue durante mucho tiempo parte del imperio ruso y luego de la U.R.S.S. Su padre Vissarión era un hombre maltratador que golpeaba tanto a la madre (de Stalin, no de Máximo Gorki), como al niño.
De la historia de la infancia de los tiranos se saca una enseñanza común válida para la educación de los hijos: ningún niño debe ser maltratado (ni un grande tampoco, obvio), porque por su inocencia, su fragilidad y por los daños psicológicos que produce en su mente en formación, un niño maltratado, al crecer, podría terminar vengándose de esas agresiones en toda la población de su país, si llega a convertirse en gobernante.
Desde muy joven, Stalin se afilió a la ideología marxista y si no hizo cursos ni talleres en Cuba, fue solo por el hecho de que Fidel no había tomado aún las riendas del destino revolucionario cubano.
Cuando los bolcheviques llegaron al poder, Stalin estuvo siempre cerca de Lenin a quien admiraba profundamente. Cuando esté enfermó de muerte, Stalin se convirtió en el indicado para sucederlo en el poder en su carácter de secretario general del partido.
Al final Lenin se arrepintió y envió notas advirtiendo de los peligros que se avecinaban con el nombramiento, pero era demasiado tarde, sus comunicaciones estaban intervenidas por Stalin y Lenin incapacitado para acudir personalmente a las reuniones del partido por su enfermedad.
Stalin amaba las purgas, por eso trataba a sus subalternos (es decir a todos los ciudadanos de la U.R.S.S.) como perros -valga decir como perros maltratados por gente insensible, puesto que todo animal merece buen trato-.
Veía conspiradores por todos lados, o fingía verlos. Acusó -por ejemplo- a su equipo de médicos de propiciar la por él denominada «guerra médica» (distinta de las guerras médicas antiguas entre los doctores persas y los de Grecia) contra él y los altos mandos militares de la revolución.
Mandó a detener a nueve de ellos y ordenó torturar a los galenos -y también a los hipócrates- hasta que confesaran. Dos de ellos fallecieron durante los «interrogatorios» y los otros siete «decidieron» confesar todo lo que «el padrecito» tuviese a bien atribuirles.
Si Stalin hubiese sido de derecha nos horrorizaría su comportamiento inhumano, a pesar de sus logros económicos, como nos sucede con Pinochet. Sin embargo, muchos aún hoy lo idolatran y definen sus partidos políticos como «estalinistas», sin que nadie se sonroje.
El escritor ruso Vadim Erlikman ofrece un balance estimado de los fallecidos durante el régimen de Stalin: ejecuciones, 1,5 millones; gulags, 5 millones; deportaciones, 1,7 millones a 7,5 millones de deportados, y prisioneros de guerra y civiles alemanes, 1 millón, lo que hace un total de alrededor de 9 millones de víctimas de la represión. Esto sin contar los muertos por las hambrunas que las políticas del «padrecito» produjeron.
Hasta aquí esta pequeña biografía de Stalin. Es imposible la tesis de que el líder soviético era hijo del general Juan Vicente Gómez. Frente a los desmanes de aquél, éste era solo un aficionado. Ahora, si usted mira una fotografía, se le parece igualito.
P.D. De todas maneras: «a confesión de parte, relevo de pruebas» como dice el principio de Derecho.