A pesar de todo…, por Marisa Iturriza
La Navidad solía ser tiempo de alegría, de reconciliación y de amor. Algunas veces fueron muy consumistas, ruidosas y hasta excesivas. Fueron otros tiempos. En cambio ahora el espíritu navideño parpadea como nuestro servicio eléctrico, a punto de apagarse.
Para conmemorar dignamente el nacimiento mas célebre de la humanidad lo ideal sería apartarse de los extremos y “colocarse en el centro”como Rodolfo Izaguirre indica, pero en vez de Amar, Odiar al prójimo como a tí mismo es lo que imponen quienes perpetran el poder porque, pobrecitos, debe ser que se odian tanto como para desacreditarse tan descaradamente y no sentir vergüenza ante la mala nueva de los infantes que mueren de inanición mientras miembros de la neoligarquía despilfarran en comidas, bebidas y lujos extravagantes los millones que deberían invertirse para impedir tales muertes obscenas, pero teniendo tan cerca el Día de Los Inocentes seguro que la culpa se la echan al espíritu de Herodes, famoso por una masacre que se repite bajo diferentes modalidades.
Si hablamos de excesos, eso es lo que ha caracterizado este año. Hace tiempo, parte importante de nuestra vida se pierde en buscar los alimentos mas básicos y las medicinas mas imprescindibles. En considerar extraordinario que el aseo urbano recoja la basura. Que consiga pan. Que llegue el agua. Que no se vaya la luz. Que no nos roben. Que los miembros que quedan de la familia regresen a casa ilesos.
Ante el refrán que dice que “No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo aguante” oponemos que lo que no hay es el cuerpo que lo aguante porque el mal sigue campante, y ya que decimos nos oponemos, sería conveniente que los dirigentes de la oposición reflexionaran seriamente sobre la necesidad de corregir actitudes negativas descartando personalismos ambiciosos y unirse responsablemente trabajando para superar entre todos, sin excepción, los atascos actuales y entrar de verdad en el Siglo XXI, hacia donde avanzan pueblos con incluso menos recursos que el nuestro.
Olvidando el facilismo y tomando conciencia de que si la justicia impera y la honestidad y la excelencia se imponen, la república soberana atraerá inversión, educación, salud y empleo que fomentarán progreso y prosperidad, que es lo que nos impulsa a pensar y auspiciar el espíritu de la Navidad ante el inicio de un nuevo año que debiera ser de cambio positivo. Y gracias a esa esperanza, que debemos trabajar para que se haga realidad, nos permitimos, a pesar de todo, expresar convencionalmente nuestro mas sincero deseo por una FELIZ NAVIDAD y un PRÓSPERO AÑO NUEVO.
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