Pienso, luego voto; por Laureano Márquez
El hombre vota porque piensa y tiene derecho a tener una opinión. Muchos han opinado sobre la importancia de opinar en política. He aquí algunos ejemplos: «Un hombre sin un voto es un hombre sin protección». Lyndon B. Johnson (Podría decirse entonces que el voto es preservativo de la democracia).
«El derecho de voto es un derecho que nada ni nadie puede quitar a los ciudadanos». Jean-Jacques Rousseau (Cómo se ve que este Rousseau nunca vivió en Venezuela).
El hombre es un animal extraño. Aristóteles decía que somos animales políticos y no es lo mismo un animal político que un político animal, como la historia nacional demuestra. El domingo tenemos elecciones.
Son importantes. Alguien está tratando de convencernos de que no votemos. Cada vez que le dicen a uno desde las alturas que todo voto emitido este 8 de diciembre «será un voto a favor del CNE» lo que se pretende es provocar que uno se indigne y se abstenga, porque votar sería avalar a un CNE parcializado de manera grosera, abierta y confesa. Respeto el pensamiento de cada lector, pero este domingo acudiré a votar, no porque piense que algo vaya a mejorar en lo inmediato.
Venezuela entra en una fase de aceleramiento de su destrucción, cosa pública y notoria. Son procesos histéricos, digo históricos, que serán revertidos en su momento, cuando el fabricador de penurias cumpla su ciclo, cuando Venezuela despierte, como lo ha hecho en otros momentos de otras pesadillas similares y hasta peores. Voy a votar solo por una razón: al poder parece que le conviene y le interesa que me abstenga. Si a él le conviene, es porque a mí no. Tan sencillo como eso.
Nos vemos en la cola. No faltes, que el voto está a mitad de precio y hay muchos interesados en vender tu lugar.