Playas de Naiguatá, donde la cuarentena se la lleva el mar
Las playas están cerradas. Se supone que ni en semana de cuarentena flexibilizada dentro del difuso y nunca explicado «7+7 plus» se puede la gente echar un chapuzón en los balnearios venezolanos. Pero como se podrán imaginar, aquello se queda en deseos.
El sábado 10 de octubre un montón de visitantes llegaron al Parque Nacional Morrocoy causando una gran cola para ingresar a las inmediaciones de las playas. Quienes viven en la zona protestaron, impedidos ellos de ir a darse un bañito, pero viendo cómo ciertos «amigos» mueven hilos para que los dejen pasar.
En Vargas los transportes públicos bajan bañistas a toda hora (cobrando en dólares el pasaje y asegurándole a la gente que podrán darse el chapuzón), y las playas son usadas sin demasiado problema cuando se accede a ellas a través de pasos secundarios. En Playa Los Cocos, por ejemplo, se cierra la entrada principal y hasta se ha desalojado a gente de la arena con presencia de la policía regional, pero otros -y no pocos- pasan entre algunos edificios para echarse su playazo.
Algunos más atienden consejos, como los que conocen los uniformados de Vargas: «váyanse para Naiguatá, que aquello es otro mundo. Allá no los molestan porque es donde están los pesados», sueltan entre dientes. Uno asume que se refieren a Playa Mansa, a Playa La Última o quizá más allá hacia Playa Los Ángeles, Pelúa o Pantaleta, quién sabe.
Pero lo más interesante es saber quiénes son «los pesados». El gobernador García Carneiro pudiera darse una escapada, pero él vive en Playa Grande en su casota diseñada por Fruto Vivas. Quizá se trata de personas de su entorno, funcionarios de gran influencia y no tanta figuración pública.
Hasta ahora el único «hijo ilustre» de Naiguatá es Nélson Merentes, nacido allí y señalado desde 2016 de ser el sugar daddy de «las Kardashians de Naiguatá» un escándalo que involucró sexo, poder y dinero, mucho dinero en efectivo, pero que se quedó en el anecdotario pues el Estado no quiso investigarlo.
En cualquier caso, al parecer por Naiguatá se ha establecido una suerte de «zona de paz» para bañistas.