Política y militarismo, por Enrique R. Díaz

Correo: [email protected]
En nuestra Venezuela, donde se crítica a un sector castrense del que también se espera mucho, cabe una distinción al respecto. Un militar, actuando como tal, no obedece a una individualidad siendo garante y defensor de la discursividad constitucional; a diferencia de quienes subvierten dicho discurso (con sus acciones) a un presidente ilegítimo y se prestan para quebrar el poder civil o desconocer una decisión soberana. Así se reconoce un régimen militarista donde expresar o ser sospechoso de una razón distinta es un peligro que se paga hasta con la propia vida. Y un país así es semejante a un cuartel en el que «todo se acata y nada se discute»; como en el CNE y el TSJ con ocasión del 28 de Julio.
Sin embargo, el militarismo como pensamiento social no es una realidad aislada, sino que al parecer yace en nuestra cultura política; pues ¿cómo explicar que, desde 1830 al presente, solo 40 años han sido de gobiernos civiles? Más aún, si ello no se supera educativamente, ¿quién garantiza que esta realidad no se repita?
En consecuencia ¿qué hacer?, una vez superada la actual usurpación de Nicolás? Y una respuesta apunta a desmilitarizar o desmontar el sentido bélico, que se ha inculcado en la sociedad; dado que no es cierto que la política en sí misma sea un escenario de batalla, enemistades, descalificaciones y habladuría bufa. No, la política no es una bufonería; por el contrario, diríase en la antigüedad griega, es el vínculo más importante en las relaciones sociales.
De ello señala el filósofo Aristóteles que, el primero que instituyó la asociación política le hizo un inmenso servicio a la humanidad. También su maestro Platón alude –en su obra «Protágoras»– que, Zeus, viendo que los hombres se atacaban, mordisqueaban y eliminaban entre sí, entonces por temor a la desaparición de la especie, nos regaló uno de los secretos mejor guardado de los dioses; sí, la Política –con mayúscula–, como virtud de mediación y de unas relaciones más amigables, de justicia y unificación, entre ideas opuestas inclusive antagónicas. De ahí que los políticos, en el contexto de una democracia perfectiva (la que aprende de los errores), han de saber filosofar o ser amplios, incluyentes, ilustrados y de una gran visión social. ¿Deberíamos aceptar menos?
*Lea también: El confortable mundo de Timoteo, por Gregorio Salazar
En este sentido, una sociedad preparada sabe que: si bien la política no es lo más importante, si es el espacio donde se decide y se juega el provenir de un país, así como su condena cuando se elige a un gobernante de estrechez mental; de donde emergen tiranos, oportunistas, vendepatria.
Enrique R. Díaz es doctor en Educación y autor del libro, “Bio-Eco-docencia: Dialógica, Pedagogía y Política”.
TalCual no se hace responsable por las opiniones emitidas por el autor de este artículo