Polo y palo, por Teodoro Petkoff
¿Habrá que ir con chaleco antibalas al CNE?
Ya varias veces ha ocurrido que distintos visitantes del CNE han sido agredidos verbal y físicamente por pandillas del cayaperos del MVR. Han sido muestras brutales de intolerancia a las cuales hay que poner cuanto antes fin. Esa es una responsabilidad del Gobierno y su partido. “Don Luis Corleone» y José Vicente debe recordar muy bien lo que ocurre en Venezuela entre 1945 y 1948, durante el primer gobierno adeco. Fueron la intolerancia y el sectarismo de entonces, que se manifestaban en la misma forma en que lo hace hoy el MVR, los que contribuyeron a crear el clima político que permitió a Pérez Jiménez tumbar a Gallegos sin echar un tiro. En la República no es la primera vez que esa banda de matones medio ebrios, manipulada y movilizada por los líderes regionales del MVR, produce incidentes de esa naturaleza. Estamos, pues, ante una conducta y no frente a episodios aislados. Estamos ante un grave problema político. Lo que subyace bajo esa conducta es una concepción política propia de fascismo y del viejo comunismo, los cuales no conciben la controversia política sino en términos de destrucción del adversario previamente calificado de “enemigo”. En esta estas cayapas se expresa la izquierda borbónica con el peor de sus rasgos. Esas pandillas cobardes, que quieren cayapear a quienes califican de enemigos, no se movilizan espontáneamente sino que lo hacen bajo directivas precisas de los jefes de la organización política a la cual pertenece. Lo de ayer, contra Rhona Ottolina, lució como perfectamente planificado. Pero la culpa no es del ciego sino de quien lo provee del garrote. Y quien entrega el garrote es un ser pensante, que actuó movido por una concepción política. Don Luis Corleone debe saber, sin embargo, que no hay nada más peligroso que sembrar vientos. Sobre todo porque en este país los valientes no están de un sólo lado. Antes de que los que se sienten amenazados comiencen a enfrentar el asunto también a palo limpio, el Gobierno y su partido deben garantizar el derecho de todos a poder caminar por la calle sin el temor a ser agredidos por una piara mercenaria como la que aullaba contra Piñerúa o contra Arias Cárdenas o contra Andrés Velásquez