Pompeyo a los ochenta, por Simón Boccanegra
Cumplió ayer 80 años Pompeyo Márquez. Desde 1936 está este joven patriarca echando vaina. No había cumplido quince años y ya había pasado unos meses de confinamiento en El Jobito, más allá de donde se devuelve el viento y donde López Contreras enviaba a sus opositores. Fue secretario general del PCV clandestino y artífice de la política de unidad nacional que abrió camino al derrocamiento de Pérez Jiménez. Durante nueve años eludió a la Seguridad Nacional. Le echó pichón a la lucha armada en los sesenta y, polemizando nada menos que con Fidel Castro, tuvo el coraje de rectificar aquella política equivocada. Tres años estuvo preso y se fugó gateando por el túnel del San Carlos. Fundó el MAS y allí estuvo hasta que se hastió de las perversiones de sus luchas internas. Ha sido senador y ministro y ha escrito miles de páginas, en infinidad de folletos y libros, que parcialmente resume en dos gruesos tomos que serán bautizados mañana en la Biblioteca Nacional, a la cual donó, por cierto, su inmenso archivo personal, epítome de más de sesenta años de lucha. No hay quien no lo quiera, porque este viejo admirable es, ante todo, un ser humano cuya calidez y cordialidad no han sido melladas por la vida vivida.