Por ahí va la cosa, por Teodoro Petkoff
En el movimiento sindical venezolano se está produciendo un fenómeno renovador de gran alcance, cuyas consecuencias serán visibles en muy corto plazo. En una sola jornada, que culminará el 25 de octubre con la elección del Comité Ejecutivo de la CTV, todo el movimiento laboral venezolano se habrá dotado de nuevos dirigentes. Es un proceso inédito, nunca visto en ningún país.
¿Por qué el sindicalismo pudo resistir el «misil» que Chávez creyó haber lanzado al proponer el referéndum? Porque a diferencia de los partidos desplazados, que ya habían perdido toda sintonía con la población y fueron barridos de la escena sin mayor dificultad, los sindicatos, con todos sus defectos y limitaciones, constituyen organismos vivos (que una cierta crítica charlatana despreciaba), a los que el trabajador se aferra para su autodefensa. Pero, además, el movimiento obrero ya había comenzado su renovación de modo autónomo. El referéndum creó el escenario para acelerar el proceso, pero ya éste venía andando. Cuando la CTV envió a las duchas a la dirigencia tradicional y creó la Junta de Conducción Sindical pocos percibieron que la organización había sido colocada en manos de quienes en su seno constituían la «oposición» y las posiciones críticas dentro del sindicalismo adeco. Pero así fue y eso facilitó el encuentro con otras corrientes críticas y renovadoras del laboralismo, hasta entonces preteridas (Nuevo Sindicalismo, 1° de Mayo, Frente Constituyente de Trabajadores y hasta la Fuerza Bolivariana de Trabajadores, que no pudo sustraerse al potente envión unitario), así como la emergencia de corrientes sindicales antes vinculadas a Copei (Navarro) y la aparición del singular sindicalismo de origen adeco, pero sin aquel inefable Buró Sindical encima.
El proceso electoral ha revelado la fuerza de este último. Pero se equivoca AD al atribuirse esas victorias. Aparte de ser una estupidez, es un abuso ante un sector cuyos vínculos con el partido son ahora muy laxos y constituye, además, una típica arrogancia adeca frente a los otros grupos con los que Ortega ha construido la alianza que encabeza. Pero es que AD es como los Borbones y como la vieja izquierda venezolana: ni olvida ni aprende. Sin embargo, lo más interesante que ha aparecido hasta ahora es la espléndida performance del Nuevo Sindicalismo. Largos años de esfuerzo, lucha y sentido renovador están siendo recompensados, no sólo en su bastión guayanés sino en muchas otras esferas del laboralismo. Por su parte, el chavismo debe aprender la lección. Los movimientos de masas no surgen de una chistera. No se improvisa un movimiento obrero. Más aún, si quiere realmente participar de un esfuerzo renovador debería renunciar a lo que ya fracasó en el caso de los viejos partidos: la tendencia a instrumentalizar los movimientos de masas, a concebirlos como apéndices de la voluntad del partido. Eso ya no va más y el sindicalismo que se anuncia será, sin duda, mucho más independiente y autónomo, mucho más legítimamente laboral. Pero la renovación no debe cesar con la relegitimación. El gran desafío es el de construir un sindicalismo no populista. Volveremos sobre esto.