¡Por Dios, que no venga más Zapatero!, por Beltrán Vallejo
Autor: Por Beltrán Vallejo | [email protected]
Una realidad quedó muy clara, muy nítida en los malogrados diálogos de República Dominicana entre Gobierno y oposición: se desenmascaró una figura que con el traje de “mediador” solo ha estado colaborando con el gobierno de Maduro de manera impertérrita en su cinismo; eso fue lo que evidenció José Luis Rodríguez Zapatero, de quien falta saber si también tiene el carnet de la patria.
Dos años lleva por estos lados con una labor tóxica, con una presencia tóxica, con unas palabras tóxicas, y es él todo tóxico porque nunca fue en verdad un amigo de Venezuela, pero sí un compinche de los matones y hambreadores de nuestro país. Yo no sé cómo ese señor apareció por aquí con ese perfil de “mediador”, porque alguien con esa condición debe ser un estadista, algo bien distante de este personaje cuya gestión como presidente del gobierno español se caracterizó por la recesión económica, el desempleo y el retroceso institucional; ¿mediador de qué podía ser este tipo?
Mediadores fueron, según he leído, figuras egregias que merecieron la gloria en eso que llaman diplomacia, debido a sus habilidades sociales, a sus técnicas persuasivas y a sus personalidades honorables, logrando así que pueblos enteros dejaran de matarse y se condujeran hacia etapas de paz y estabilidad.
Me refiero al ex presidente finlandés Martti Ahtisaari, quien participó como mediador en la guerra civil de Indonesia donde logró sentar en una mesa de negociación al gobierno de ese país y al Movimiento Libre de Aceh, a quienes les presentó un Memorando de Entendimiento que puso fin a 30 años de matanzas, ganándose así el europeo el Premio Nobel de la Paz; considerando este ejemplo, ¿qué premio le podemos dar los venezolanos al españolete?
Todos los mencionados representaron lo contrario de un Zapatero huidizo sobre los escombros del diálogo en República Dominicana cuyo derrumbe como edificio mal construido lo dejó al descubierto»
Asimismo merece ser recordado el diplomático peruano Álvaro Soto, cuyo esfuerzo titánico de negociación, para frenar la sangría de la guerra civil en El Salvador, tuvo como resultado que dialogaran enemigos irreconciliables, como el gobierno de ese país y la guerrilla del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, desarrollando así una dinámica lenta que culminó en la firma de la paz en Chapultepec, un proceso exitoso que contó con el acompañamiento del Grupo de Contadora, una instancia de países donde Venezuela de manera honrosa estuvo incorporada.
Y qué decir del irlandés George Mitichell, quien fue el diseñador de un modelo de negociación denominado “Principios de Mitchell”, que se aplicó de manera magistral en el proceso para callar los fusiles y las bombas en el conflicto de Irlanda del Norte; por cierto, de dicho modelo viene la premisa de que “nada está acordado hasta que todo esté acordado”. En fin, estos son ejemplos de mediadores gloriosos que le causaron a la humanidad un enorme bien, y cuyos nombres serán bellamente recordados en esas sociedades salvadas de la violencia.
Todos los mencionados representaron lo contrario de un Zapatero huidizo sobre los escombros del diálogo en República Dominicana cuyo derrumbe como edificio mal construido lo dejó al descubierto; y tan mal quedó, que ahora no sabe qué hacer, al punto de que en su desvarío le mandó una correspondencia a Julio Borges, que hiere la moral, que atrofia la hidalguía, que golpea la ponderación, que quema lo correcto, que escupe lo honesto, y que le mete el pie a lo conveniente; y en eso de no saber qué hacer, lo acompaña un Maduro que dejó brevemente el malandreo, y ahora casi que suplica a la oposición democrática para que firme ese papel higiénico que él llama “acuerdo”.
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