Por la boca muere el pez, por Simón Boccanegra

Con ese supremacismo moral que suele caracterizar a todos los fundamentalismos, Yo El Supremo se cree autorizado por el Dios de las Naciones a meterse en los asuntos internos de cuanto país se le atraviese en su «Aló Presidente».
¡Pero guay de aquel que ose entrometerse en los nuestros! Entonces toda la familiar batería de insultos y agravios en que es tan fecundo se despliega en cascada sobre el atrevido. Nada de reclamos diplomáticos o discretos comentarios.
Pero en el caso del Senado chileno, era obligante la sindéresis, por lo delicado que es para el gobierno de ese país. Con los insultos al Senado chileno, Chávez, que por lo visto no aprendió nada del pleito con Alan García, le dio a la derecha chilena un regalo de los dioses. Esta fue acompañada por la Democracia Cristiana, que forma parte de la concertación de gobierno. Para profundizar la cuña entre los dos principales partidos del gobierno, nada más oportuno que las palabrotas de Chávez.
Bachelet se vio obligada, a contracorriente de su partido socialista, a asumir la defensa, más que de la institución parlamentaria, de la mismísima derecha chilena que la adversa, y que, desde luego, hizo una jugada que bien habría podido esperar el final de la visita de Bachelet a nuestro país, pero que contaba con la garrulería de Chávez para obtener el efecto que buscaba.