Por la libertad y la paz, por Fernando Rodríguez
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Al parecer, algo muy grande puede suceder entre esa flota gringa descomunal en nuestro horizonte y este torturado país. Hasta ahora nos habíamos quedado con la boca abierta y ese raro miedo silencioso que produce lo imprevisible, sobre todo con esas dimensiones y ese poderío. Pero no habíamos alterado en demasía nuestra cotidianidad ciudadana.
Algunos se dedicaban a tratar de elucubrar qué es lo que querían esos visitantes, además de fusilar lanchitas poco identificadas, supuestamente llenas de drogas. Nadie sabía nada muy preciso, y es curioso, dada las abismales posibilidades del asunto. Pero no es de extrañar que hasta el propio lunático Trump no lo supiera muy cabalmente.
Yo sigo en la oscuridad, pero creo que llegó la hora de enterarse o tratar de hacerlo. Me parece que hay una verdad genérica sobre la que parece haber consenso, entre tirios y troyanos, por su simpleza estridente.
Los EEUU no iban a movilizar semejante contingente bélico, nunca visto en nuestro mar Caribe –entre otros gigantes el portaviones más grande del mundo, zape– para salir a dar una vuelta y pescar una que otra lanchita.
Su condena política del régimen despótico y cartel de los soles es inequívoca, recuerde no más los cincuenta millones de dólares por la cabeza de Maduro. O sea que no van a dar una vueltica y volver a casa con el rabo entre las piernas.
Además, no quedan dudas que la cosa es con Venezuela, que ha sido muy mala con el país del norte, según Donald, hasta lo llenó de bandidos y de locos (¡). Resultado: algo va a pasar.
Sería muy triste que este país, que tanto ha sufrido en las últimas décadas en manos de una feroz tiranía y que el 28-J demostró matemáticamente ante el mundo su rechazo de esta, vaya a sufrir ahora un castigo militar adicional, unos cuantos miles de muertos, así sea para recobrar la libertad.
Lo que debe unirnos ahora, a muchos sectores opositores, es la búsqueda de soluciones que excluyan la guerra. La posición de María Corina, identificada explícitamente con la política de Trump, habría que completarla con una movilización de la oposición restante y la sociedad civil organizada que ponga el acento y la pasión en otro ámbito, que no debería negarla, en evitar las soluciones violentistas que hundan el país en nuevos abismos, esta vez insondables. Por supuesto que ansiamos libertad, democracia, pero igualmente debemos huir de los horrores de la guerra.
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Debemos levantar la voz de alerta ante esa eventual intervención bélica, tanto como frente a la tiranía. Como se sabe, sectores muy amplios, demócratas y aun republicanos norteamericanos, rechazan ese uso de la violencia más allá de sus preceptos constitucionales y el derecho internacional. Es tiempo, pues, de hablar de nuestra vocación democrática irreversible e impostergable y nuestra fidelidad a la paz.
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