Por lo bajito, por Teodoro Petkoff
Como decía el titular de nuestra última página de ayer, ahora tenemos un Chávez que habla bajito. Se reúne con el embajador de El Imperio y pide diálogo (aunque siempre fiel a su compulsión fantasiosa inventa que con Clinton «se sentaba a hablar», cuando apenas se vieron una vez en un pasillo) y plantea la reanudación de relaciones de cooperación con la DEA.
Las últimas peripecias parece que lo han dejado afónico: ya van dos domingos consecutivos que no habla. Por alguna vez en su vida debe estar pensando antes de hablar. Cosa de no poca relevancia, dado que el próximo viernes se reunirá con su otra vez «hermano» Uribe aquí en Caracas. La minicumbre había sido acordada antes de la Operación Jaque, pero viene al pelo, después del clamoroso éxito del Gobierno colombiano en el rescate de Ingrid y los demás secuestrados y después de la distancia que tomó Chávez de sus también «hermanos» y «camaradas» de las FARC.
De manera que, en principio, las condiciones estarían dadas para que el diálogo fluya sin obstáculos. ¿Qué podría esperar Uribe de esa conversa? Lo mínimo: que Chávez haga obras de sus amores y rompa todo contacto non sancto con la guerrilla colombiana.
Que la Fuerza Armada Nacional tome el control de nuestro lado de la frontera y empuje hacia el otro a los grupos irregulares que por aquí merodean como por el patio de su casa; que los comandantes de las FARC que suelen tomarse días de descanso por estos pagos se devuelvan para el Putumayo (tal vez Uribe, realistamente, no llegará al extremo de pedirle que los detenga y se los entregue); que nunca más les haga llegar plata ni armas, como, según las hablachentas computadoras de Reyes, pareciera que ocurrió alguna vez en el pasado. No es demasiado exigir.
Por supuesto, nuestro Presidente podría ofrecer disculpas por la catarata de insultos personales que ha vertido sobre quien ahora nuevamente viene a ser «el hermano Uribe», a quien ya en Brasilia le había «entregado mano y corazón». ¿Qué podría obtener Chávez de Uribe? La promesa del más absoluto respeto por nuestra soberanía y de que nunca más tendrán lugar operaciones como la que llevó a la captura de Granda, cosa que, por lo demás, obviamente sería innecesaria, si nuestro país deja de ser tolerante santuario para capos de las FARC.
¿Replantearía Chávez su oferta de buenos oficios en el intercambio humanitario? Tal vez si se comprometiera a ser discreto, renunciara al pantallerismo –no más Oliver Stone ni chulo Kirchner et alia–, podría ser todavía de alguna utilidad. Pero, ¿estarán dispuestas las FARC a continuar considerándolo un amigo confiable? Menudo dilema. Sin embargo, Chacumbele ya se estará dando cuenta de que no se puede tener lo mejor de los dos mundos.