Por qué matan al Ateneo de Caracas
El asesinato del Ateneo de Caracas, al despojarlo de su sede, cuando sea contado, podrá ser presentado como la «crónica de una muerte anunciada», según reza la ya proverbial locución que García Márquez colocó como título de una de sus magistrales novelas cortas.
En efecto, ese pozo de resentimiento y envidia que suele esconderse en el alma de los mediocres y los fracasados, y que mueve las decisiones políticas de Farruco Sesto, anterior Zhdanov de este régimen, ya había decretado el atenicidio. Siempre a la manera relancina como se procedió contra Radio Caracas TV, la cual fue cerrada según y que por el vencimiento de la concesión, al Ateneo se le desaloja de su sede según y que porque ahora en mayo vence el contrato de comodato por el cual el edificio ha albergado a uno de nuestros centros culturales más emblemáticos.
Por supuesto que, así como en el caso de RCTV, en el del Ateneo de Caracas, el argumento pretendidamente legal no es sino la tapadera de la venganza, de la retaliación política. Pero, también y esto es lo realmente grave, el asunto va mucho más lejos. Constituye un episodio más en el desarrollo de una política cultural de sesgo neototalitario, para continuar debilitando la vida cultural independiente, en función de fortalecer el control estatal sobre ésta.
El plan es el de reducir los ámbitos donde se desarrollan las actividades culturales de toda índole, el de acorralar a los creadores en espacios reducidos, mientras todas las facilidades culturales, desde la infraestructura hasta los subsidios y el financiamiento del Estado, se manejan con el objetivo de «domesticar» a los hombres y mujeres de cultura y, de no lograr ponerlos abiertamente al servicio del régimen, al menos neutralizar el alcance de sus actos de creación.
A este minicronista no deja de llamarle la atención el silencio de mucha gente que debería estar hablando ahorita. Hay mucha gente que de no haber contado con el Ateneo jamás habría podido dar salida al espíritu de las artes. Oigo silencios atronadores. No sólo por el Ateneo mismo y su significación sino por la ominosa, siniestra política que trasuda su desalojo de la sede de Los Caobos.
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