Por qué no es aceptable la reelección indefinida

Hay que estar claros. Rechazar la enmienda no es sólo para impedir una nueva presidencia de Chacumbele, que es lo más inmediato, sino para impedir la reelección indefinida de quien sea, incluyendo ahora a gobernadores, alcaldes y diputados. No le conviene al país, no le conviene a la democracia venezolana, que puedan perpetuarse en el gobierno los mandatarios de cualquier nivel y de cualquier signo político. Ni ahora ni nunca. El argumento de que en definitiva es el electorado quien decide si un mismo gobernante puede continuar indefinidamente en el poder es una falacia. No sólo porque el ejercicio del mando, sobre todo en países de democracias frágiles y tradición caudillista, concede ventajas electorales obvias que podrían conducir, como dijera Bolívar, a la usurpación y a la tiranía, sino porque la limitación constitucional del mando mantiene abiertas las opciones que una sociedad debe darse a sí misma desde el punto de vista político. Saber que un mal gobierno no puede prolongarse en el tiempo, más allá de sus límites constitucionales, es el seguro contra toda tentación de solución extraconstitucional. Pero, igualmente, saber que un buen gobierno también tiene límites temporales, permite a la sociedad plantearse nuevas y mejores posibilidades. Además, por muy bueno que sea un gobierno, su perpetuación inevitablemente lo desgasta y lo transforma en un mal gobierno. La alternabilidad es una garantía de democracia y su ejercicio tiene que estar establecido constitucionalmente, limitando los periodos de mando, precisamente para impedir que la ausencia de una norma expresa en ese sentido favorezca la propensión del mandatario a quedarse con el coroto para siempre. Una sociedad que se aviene a calarse el mando de una sola persona por tiempo indefinido es una sociedad anestesiada y castrada.