¿Por qué no se callan?, por Simón Boccanegra
Estos informes del Departamento de Estado sobre el «comportamiento» de todos los países del mundo, tanto en cuestiones de Derechos Humanos como en la lucha contra el narcotráfico, siempre me han producido piquiña.
No porque lo que digan sea falso sino por la monumental hipocresía sobre la que se sustentan y por la insólita pretensión de los gobiernos gringos de autoatribuirse la condición de «jueces» del mundo entero, con muy buena vista para ver la paja en el ojo ajeno y enteramente miopes para ver la viga en el propio.
En el país donde funciona impunemente la más grande lavadora de dólares del mundo entero, donde las mafias de la droga, a todos los niveles, dejan como kindergarterinos a los carteles de México y Colombia, donde se localiza el mayor centro individual de consumo del planeta y cuya propia cultura (visible en la cinematografía) ha banalizado el consumo ese país, pues, es el que se da el lujo de «certificar» y «descertificar» en cuestiones de drogas a todos los demás.
Lo mismo ocurre en materia política. En un país donde la Ley Patriota es una clamorosa violación de la Constitución, donde el gobierno de Bush legitimó la tortura, las cárceles clandestinas de la CIA, el espionaje telefónico, la detención sin juicio, creó la monstruosa prisión de Guantánamo y adelantó dos mortíferas guerras destructivas contra Afganistán e Irak ese país, pues, desde su Departamento de Estado, condena y absuelve urbi et orbi, y siempre con un inocultable sesgo político, de acuerdo con sus intereses coyunturales. ¿Por qué no se callan?
De otro lado, la noticia buena es la que salió ayer de la Cámara de Representantes norteamericana, flexibilizando notablemente los viajes y los gastos de los cubanos desde EEUU a Cuba. Es el camino de ir liquidando en la práctica las contraproducentes leyes Helms-Burton y Torricelli. ¿Se atreverá el gobierno cubano ahora a aprobar la contrapartida: los viajes sin cortapisas de sus propios nacionales a Estados Unidos o a cualquier otro país?
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