Premio a la Celestina de Oro, por Simón Boccanegra
Atila dice que a él no se le escapa nada de lo que ocurre bajo el cielo venezolano, de modo que debe inferirse que estaba perfectamente consciente de las barbaridades que ocurrían en Pudreval. Este diario publicó en varias entregas un informe preparado en Pudreval, que da cuenta de las tremendas limitaciones de la empresa para importar, almacenar y distribuir los alimentos que importa y vende en sus establecimientos. La Contraloría tampoco se ocupó nunca de verificar cómo iban esas compras. Pero ahora el inefable Clodo salió del iglú donde pasa la mayor parte del tiempo en hibernación y entre bostezo y bostezo anunció que el organismo a su cargo ya en 2005 había comprobado parte de las irregularidades en Pudreval que ahora hicieron explosión. O sea, desde antes de que fuera creada Pdval, Clodo había detectado en Mercal las llagas purulentas que ahora exhibe Pudreval. Pero, ¿qué hizo el siempre aletargado Clodo? Un carajo. Escribió un informe, lo archivó y ahora lo saca como para simular que trabaja. En este régimen, además de los ladrones, hay unos especímenes que podemos denominar los cabrones.
Son los que pudiendo hacer algo para impedir el saqueo de los dineros públicos o, al menos, tener la decencia de advertir a tiempo los robos y demás sinvergüenzuras, así nadie les haga caso, se callan la boca, convalidan con su silencio a los rateros, ladrones y atracadores del tesoro nacional. Para esos sujetos hay que crear el premio «La Celestina de Oro». El primer candidato a recibirlo tendría que ser el gran alcahuete de la Contraloría.