Puntos sobre las íes de Silvino Bustillos
A pesar de que sobre el caso de Silvino Bustillos hay cosas no suficientemente claras todavía, existen indicios suficientes de que ni está detenido ni esta muerto y si todavía está “desaparecido” sería ya por su propia voluntad. Esta misma mañana, a las 8, la esposa confirmó a TalCual que el coronel retirado había llamado por teléfono a su hermana Ada y le dijo encontrarse bien. Pero esto no pone fin al asunto. Hay por lo menos dos cosas que es preciso observar.
Una, de confirmarse esta versión, ella evidenciaría la falta de responsabilidad y de seriedad de una figura pública (y Bustillos lo es), tanto hacia su familia como hacia el país, al permitir que durante más de una semana haya corrido la especie de que hubiera muerto a manos de un cuerpo de seguridad del Estado. Si ante la tentativa de detención de que fue objeto el domingo 31 de octubre, Bustillos tuvo razones para temer por su seguridad y se enconchó, una vez aparecida la denuncia de su supuesto fallecimiento, estaba en la obligación de desmentirla, tranquilizar a sus familiares y allegados e impedir toda manipulación política de su supuesta “desaparición”, aun si hubiera decidido mantenerse “enconchado”.
La segunda tiene que ver con la actitud de quienes, como en TalCual, preocupados por la posibilidad de que se hubiera cometido un delito que violaba derechos humanos, emplazamos al gobierno a esclarecer rápidamente los hechos. La razón para esta postura no sólo deriva de que el picado de culebra se asusta de un bejuco sino de que se dieron hechos concretos que autorizaban la sospecha de una conducta turbia por parte de un organismo de inteligencia del Estado. El propio ministro de la Defensa reconoció, casi una semana después de los hechos —y ya esto de por sí es irregular—, que ciertamente una comisión de la Guardia Nacional, sin autorización judicial para ello, había perseguido e intentado detener a Bustillos. Un fiscal del Ministerio Público reveló que cuando el coronel buscó refugió en la sede de Polibaruta, él enfrentó la pretensión de la comisión militar y se negó a entregarlo porque los militares no mostraron ninguna orden judicial de captura. Otros testigos confirmaron que cuando Bustillos abandonó la sede policial fue seguido hasta su domicilio por varios militares en motocicletas. De ahí en adelante no se supo más de él. En estas condiciones, como dijimos en el editorial de ayer, la sospecha de la posible comisión de un delito no podía dejar de apuntar hacia el servicio de inteligencia de la GN, porque si bien es cierto que bajo el gobierno de Chávez no ha habido “desapariciones”, la posibilidad de que ello ocurra no puede ser descartada de plano por nadie, dado que si en algo tenemos los venezolanos un PhD es en materia de abusos y “excesos” policiales y militares y del manto de impunidad que suele cubrir tales actos. Por eso pedíamos despejar toda duda, porque, inevitablemente, de no ser así y de no aparecer Silvino Bustillos, nada ni nadie habría de exculpar en la opinión pública al gobierno de Hugo Chávez. Pero ahora, al parecer quien le debe una explicación al país, de ser verdad las últimas informaciones, es el coronel retirado Silvino Bustillos.