Pura paja, por Teodoro Petkoff
Los terribles acontecimientos de Estados Unidos han hecho pasar por debajo de la mesa el discurso del presidente en la reunión del MVR en Mérida. Pero esa charla no tiene desperdicio y no es posible dejar de comentarla. Una de las cosas más importantes que dijo Hugo en esa ocasión fue la que se refiere a la necesidad de no confundir el partido con el Gobierno. Estupendo. Hugo alerta acerca de la peligrosa tentación totalitaria, cuyas expresiones más brutales fueron las del nazismo y el comunismo staliniano, de no establecer diferencias entre el partido, el Gobierno y el Estado. En los regímenes totalitarios partido y Estado fueron (y son, porque todavía quedan algunos por allí), una y la misma cosa, con el agravante de que el partido era (y es) único. Hugo no ahorró adjetivos para advertir a sus conmilitones de que ese camino no debe ser el de ellos. Magnífico.
Pero, ¿desde dónde nos dio Hugo estos penetrantes comentarios? Pues desde la Gobernación del estado Mérida, donde se efectuó la reunión nacional del MVR. Si partido y Gobierno no deben ser lo mismo, ¿por qué, entonces, la reunión nacional del partido se realiza en la sede de un organismo del Estado? ¿Pueden ser utilizadas por el MVR las instalaciones oficiales del país? Es obvio que ningún partido político puede realizar sus actos en las edificaciones del Estado. ¿Por qué el MVR tiene este privilegio? Sus palabras niegan la identidad entre partido y Gobierno, sus actos la refuerzan. Otro ejemplo. La confusión entre partido y Estado, contra la que Hugo nos aconsejó, se expresa en los regímenes totalitarios por la unificación en una misma persona de los cargos del partido y del Estado. Se es presidente o primer ministro y simultáneamente secretario general o presidente del partido. Bueno, Hugo es al mismo tiempo presidente de la República y presidente del MVR. ¿De qué valen sus discursos si sus actos van a contrapelo de ellos? Más aún, el coordinador nacional del MVR es Luis Miquilena, quien simultáneamente es ministro del Interior y Justicia. ¿Dónde termina un cargo y comienza el otro? No debe olvidarse que el ministro del Interior y Justicia maneja la partida secreta sin ningún tipo de control. ¿Dónde terminan las finanzas del Gobierno y dónde comienzan las del partido? ¿Cómo puede extrañarse Hugo de que los militantes del MVR sean indisciplinados, «no le hagan caso a nadie» y él haya tenido que confesar que prefiere los funcionarios de la Cuarta a sus anárquicos compañeritos? Ya Hugo advirtió una vez que a él había que mirarle lo que hace y no lo que dice. Eso es, exactamente, lo que hacen las huestes del MVR: lo miran hablando en la Gobernación de Mérida (luego, el partido y el Gobierno la misma vaina son) y el discurso lo oyen como si fueran «cositas güenas pa’ conversá», según decía el viejo verso del poeta Rodríguez Cárdenas