Puras especulaciones, por Carolina Gómez-Ávila
Twitter: @cgomezavila
Supongamos que casi todas las protestas por reivindicaciones puntuales que hemos visto desde 2018 fueron motorizadas por chavistas disidentes. Me refiero a los que, por haber pertenecido a la élite en el poder, tienen capacidad de organizar y sacar a la calle a la población chavista descontenta.
Supongamos que ese chavismo descontento sale a manifestar para exigir que se les tome en cuenta en el reparto, cada vez más exiguo, de compensaciones populistas, en vista de que no hay políticas sociales constantes sino dádivas espasmódicas y discriminatorias para todo, incluso para la electricidad, el agua potable, el gas, la gasolina, los salarios insuficientes y un largo etcétera.
Supongamos que esos manifestantes del chavismo descontento no tienen preocupación alguna por el régimen de libertades democráticas. Es decir, que les da igual vivir en dictadura o no, siempre que puedan sobrevivir con menos padecimientos que en el presente.
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Supongamos que el chavismo disidente que los moviliza, tiene suficiente control sobre estas manifestaciones para no permitir que los miembros de los partidos de la coalición democrática estén presentes en ellas. Digamos que se reservan la autoría y el crédito de cara a los manifestantes, mientras evitan que los opositores capitalicen las quejas y las conviertan en exigencia política.
Supongamos que el resto de la población encuentra inexplicable la falta de aprovechamiento político de esta situación y que la antipolítica ha visto espacio para acusar de incompetentes a los líderes demócratas.
Supongamos que la frustración de todos crece, mientras vemos alejarse la esperanza de presionar en masa para tener unas elecciones presidenciales y parlamentarias, libres y justas; mientras se nos pide ser empáticos, solidarizarnos y acompañar el más que justo reclamo de nuestros compatriotas… que jamás nos acompañarán a reclamar un cambio de Gobierno.
Supongamos que las oenegés que escoltan y defienden estas protestas de pobre afluencia, lo hacen para validarse como interlocutores del chavismo descontento ante la dictadura y no para sumar esfuerzos que faciliten el fin de la dictadura ni la unidad de la oposición, sino para adosar esta, a un chavismo reconstruido.
De ser así, estaría explicado que no hayamos logrado mayores cosas y convendría que quienes aspiramos a un cambio de Gobierno por vía constitucional, nos replanteáramos la lucha.
Preguntarnos si los miles de protestas auténticamente escuálidas que desde 2018 piden servicios públicos y calidad de vida son del chavismo descontento que no se mortifica por vivir en dictadura. Preguntarnos si es útil apoyar los justos reclamos del chavismo descontento, porque estará descontento, pero no dejará de ser chavista.
Preguntarnos si hemos exigido de la dirigencia opositora lo que no podían materialmente darnos. Preguntarnos, sobre todo, si la disidencia chavista pretende captarnos a través de la solidaridad con nuestros compatriotas y torcernos, hasta que los apoyemos a ellos a regresar al poder.
Y preguntarnos, finalmente, cómo es que podemos presionar para lograr las elecciones presidenciales y parlamentarias, libres y justas que nos liberen de una administración corrupta y criminal para así emprender un camino de reconstrucción y prosperidad.
Creo que son preguntas útiles, aunque todas hayan surgido a partir de puras especulaciones.
Carolina Gómez-Ávila tiene más de 30 años de experiencia en radio, televisión y medios escritos y escribe sus puntos de vista como una ciudadana común
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