¡Qué arrechera!, por José Domingo Blanco
La última vez que transmitimos “Voces del Hospital”, el segmento dedicado a la salud que tenía en mi programa de radio “Puntos de Vista”, entrevistamos a un reconocido oncólogo, especialista en vías gástricas, que trabajaba en el Hospital Padre Machado. Sus palabras finales nos dejaron muy conmovidos en el estudio.
Después de relatar el enorme esfuerzo que hacían para atender a los pacientes, debido a la falta de recursos y cada vez menos personal, su aspiración no sólo era que las cosas cambiaran, y poder salvar las vidas de esos pacientes a quienes el cáncer, en nuestro país, pareciera condenar a muerte, a pesar de que la enfermedad, detectada a tiempo, es curable como dicen todas las campañas.
El doctor abogaba, ciertamente, por medicamentos y equipos; pero, también por un nuevo hospital desde cuyas ventanas no se viera, como un paisaje premonitorio del destino final de los pacientes internados, el Cementerio General del Sur
De eso hace ya más de un año. A Mágica 99.1 FM, Conatel la cerró a finales de agosto de 2017. Enmudecieron, entre otras cosas, “Voces del Hospital”. Lo que este régimen no ha podido es silenciar y esconder la deplorable condición en la que se encuentran los hospitales del país. A más de un año de esa entrevista, la situación del Padre Machado no es diferente. Es igual, o incluso peor, según me describe detalladamente un amigo que tiene hospitalizado allí a un familiar. El deterioro ha sido progresivo y acelerado. La muerte camina por los pasillos.
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El pronóstico del sistema de salud venezolano no es alentador. Está en terapia intensiva. Se le apagan los signos vitales, como a los pacientes que no encuentran o no pueden costear el tratamiento que les salvará la vida. Una situación que se replica en cualquier centro de salud público de Venezuela, tan enfermo como cualquiera de las personas que se acercan a esas instalaciones procurando alguna cura. No hay cómo. No hay con qué. Se han ido cientos de galenos. Y los que quedan intentan hacer su trabajo, cumplir con su misión; pero, sin recursos, sin equipos, sin presupuesto, sin medicinas…sin el apoyo del Estado.
Los que reclaman, corren riesgos. Reclamar es un delito para el que este régimen no necesita ni constitución, ni tribunales, ni juicios, ni sentencias. Como si al callar las denuncias, el problema deja de existir. Como si al borrar las estadísticas del repunte de enfermedades erradicadas en el pasado, se aplicase la vacuna inmunizadora. Permitir que los hospitales lleguen a estas condiciones, sólo puede ser parte de un plan de exterminio aplicado por indolentes que no recuerdan que los crímenes de lesa humanidad no prescriben. La soberbia, ese atributo que se impone entre quienes piensan que tienen algo de poder, anula la empatía y exacerba la ambición.
El sistema de salud público venezolano está grave: tan enfermo como los pacientes que se mueren en sus salas de emergencia
El pasado miércoles circuló una carta, en papelería del Ministerio del Poder Popular para la Salud, dirigida al jefe del Departamento de Cirugía del Hospital Universitario de Caracas. Estaba firmada por el sub director, encargado, de ese recinto. Una carta arrogante e indolente. Que describe la ceguera con la que conduce este régimen el destino del país, y el valor que le da a la vida de cada uno de nosotros los venezolanos.
En pocas líneas, y como si la abundancia de equipos y medicamentos fuese una realidad en ese hospital, este doctorcito, que quizá sustituyó su juramento hipocrático por el de fidelidad al régimen comunista que desgobierna, comunicó la infeliz decisión de esa directiva –que él representa en calidad de encargado- de no aceptar las donaciones de medicinas e insumos de Médicos sin Fronteras.
¡Qué arrechera! ¡Qué impotencia! ¡Qué dolor! ¿Cuál es la realidad de los comunistas que nos destruyen como nación? En su afán por exterminarnos, aplican nuevas prácticas para lograr su objetivo. Porque, rechazar las donaciones, las ayudas humanitarias o los recursos que ofrecen otras naciones para atender las necesidades básicas de los venezolanos que están muriendo, es una técnica perversa para masificar esta aniquilación colectiva que se han empeñado en aplicar. Es parte del plan.
Es parte de la estrategia que les permite construir su reinado del horror. Garantizarles la muerte a los enfermos, más pobreza a los hambrientos y más desprotección a los desamparados. Porque, sólo así, rigen
Sólo así vencen las resistencias de quienes ven en ellos el origen de las desgracias actuales. Porque, el instinto de supervivencia de quienes no quieren morir de hambre o por falta de tratamiento médico, es lo que ha llevado a millones de venezolanos a migrar. Y, los que permanecemos en el país, el régimen, con una habilidad sorprendente, nos mantiene ocupados buscando la forma de sobrevivir.
Esa carta, esa vergonzosa carta, es el mejor ejemplo del ánimo genocida que mueve y alimenta a este monstruo llamado Socialismo del Siglo XXI. Y para ellos, para todos los que han causado tanto daño, muerte y dolor, suplico al cielo que, cuando esto algún día acabe, no haya perdón.
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