¡Qué desastre!, por Teodoro Petkoff

Desconcierto es lo que produce el desenlace del episodio de las captahuellas, al anunciar AD su retiro del proceso electoral, mientras otros partidos amenazan con hacer lo mismo. Cuando el CNE hizo saber, desde el mediodía de ayer, que esos artefactos no serían utilizados en estas elecciones, cualquiera habría podido imaginar que los partidos políticos de oposición registrarían tal cosa con complacencia y como un triunfo de su unidad, de su perseverancia y de la firme determinación que mostraron ante la OEA de no participar si las captahuellas no eran retiradas. No ha sido así y, para colmo, actuando al margen del supuesto compromiso unitario que los articulaba, cada partido toma su decisión unilateralmente, sin consulta con los demás, proyectando una imagen de total incoherencia.
Por su parte, los observadores internacionales, que de algún modo contribuyeron a la supresión de las captahuellas, deben estar perplejos, puesto que se les había asegurado que de retirarse aquellas se despejaría el camino electoral.
La supresión de las captahuellas parecía coronar un paciente esfuerzo de conversaciones con el CNE, durante el cual se fueron precisando acuerdos importantes en el sentido de hacer potable el proceso electoral.
Más aún, el descubrimiento de que la conexión entre captahuellas y máquinas electorales daba la posibilidad de vulnerar el secreto del voto fue posible porque por primera vez técnicos de los partidos opositores realizaron una auditoría de las 27 mil máquinas. Ya este solo hecho marcaba una diferencia sustancial con procesos anteriores, cuando tal auditoría por parte de los opositores nunca había tenido lugar. Pero, además, hubo otros acuerdos: auditar en caliente el 47% de las urnas electorales, bloquear con firma electrónica compartida la posibilidad de alteración unilateral de las máquinas, desconexión de las máquinas durante el proceso de votación, transmisión de datos sólo después de realizado el escrutinio, auditoría pública, limitación del Plan República sólo a la vigilancia de los locales, etc. Es decir, hasta el momento de la demostración de la posibilidad de violentar el secreto del voto, los partidos parecían contestes en que lo alcanzado daba mucho mayores seguridades para el acto electoral. Sobrevenida la situación con las captahuellas, ésta también fue solventada conforme a la solicitud de los partidos opositores; los dichosos instrumentos fueron sacados de circulación.
Por ello, luce inexplicable, al menos a la hora de escribir este editorial, la reacción de AD y la anunciada de otros en el mismo sentido del partido blanco. Sin embargo, aunque otras fuerzas políticas han manifestado que se mantienen en el proceso, el acuerdo unitario ha saltado por los aires y todo anuncia un desastre electoral el domingo próximo.