¿Qué hacemos con De Vido, Dios mío?
Sorprende la ingenuidad de la Señora K al ratificar en su cargo ministerial al ladronazo de Julio De Vido, uno de los alegres viajeros del avión privado donde iba el gordo Antonini aferrado a su maletín. A menos que los servicios de inteligencia argentinos sean más ineptos que la CIA y no le hayan advertido a la esposa de Mister K que en Estados Unidos había una investigación en curso sobre el caso, aconsejándole prudencia con el superpillo De Vido, no se comprende como la presidenta no atinó a dejar en la nevera al tercio, porsia. Sin embargo, otra hipótesis es posible: no es ingenuidad ni omisión de sus espías sino la prepotencia de quienes se sienten sobrados y por encima de las leyes. Así gobernó Kirchner y así, por lo visto, pretende hacerlo su amante esposa. No aprenden de Lula. Cuando a este le reventó el escándalo de los sobornos, raspó sin contemplaciones a su hermano del alma y jefe de gabinete, José Dirceu, raspó a la plana mayor del PT y les abrió juicio a todos. Fue reelegido. La diferencia es que Lula no es un mafioso. En lugar de continuar insistiendo en la extradición de Antonini, las autoridades argentinas deberían más bien prepararse para ver qué hacen con De Vido si la cantata de nuestros boliburgueses demuestra que este malandro es el capo de la mafia Guaraira Repano-Río de la Plata.