¿Qué le deseo a Venezuela en el 2025?, por Beltrán Vallejo

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Faltan pocos días para que termine este 2024 tan alocado, tan laberíntico. De mi parte, predomina la decepción y la frustración, pero también en mí hay espacio para la esperanza, no eufórica, pero ahí asomada; y también tengo espacio para un conjunto de razonamientos ante tantas lecciones y retos que este año ha dejado en su andar zigzagueante y rocambolesco.
Lo que sí está claro para mí es que este país termina el 2024 con la ratificación de sus potencialidades democráticas; pero también termina sumido en la incertidumbre, la amargura y la impotencia, por más intento de minimización de estas angustias mediante campañas retóricas de ditirambos pseudoesperanzadores y recetas sacadas de los libros de autoayuda, y que vienen de adentro y de un afuera internacional socavado por las guerras y la consolidación victoriosa de autócratas poseídos de megalomanía.
Yo estoy claro de que el devenir cotidiano del 2025 estará signado por un contexto económico, político y geopolítico que no será sencillo. Ya los que me leen me estarán catalogando de pesimista; no, es que soy sencillamente realista: la vida en lo personal y en el quehacer político me ha dado tantas rudas sorpresas que a mi edad es imposible que siga pastoreando nubes, como creo que fue lo que hice durante mi juventud y buena parte de mi madurez.
¿Qué le puedo desear a esta Venezuela y qué me puedo desear a mí mismo para este 2025? Que continuemos la lucha por el establecimiento de una sociedad democrática, por la imposición de una nación donde reine la justicia social y los derechos humanos; que los venezolanos sigamos luchando por este país cuya tradición histórica enriquecida por próceres civiles, culturales, científicos, deportivos y militares bien merece un giro de progreso en su destino.
¿Y por qué aprecio de que no se deben cansar, ni retroceder, ni huir, ni amedrentar los que creemos que este país merece vivir en democracia? Porque el 2025 será otro año de retos, de confusión, de persecución, y de más zozobras para Venezuela; lo digo porque los análisis, los elementos y las realidades y sus respectivas tendencias así lo indican.
En todo caso, las cualidades maravillosas de nuestro gentilicio siempre estarán ahí, a pesar de que a veces irrumpen sesgos de individualismo, de irresponsabilidad, de vanidad y de vez en cuando de sinvergüenzura; pero esos nubarrones se hacen a un lado cuando se imponen las cualidades amistosas, solidarias, de franqueza, de hidalguía, de jovialidad y de humanismo de los venezolanos.
Por ejemplo, el gentilicio de nuestro país no lo representa el Tren de Aragua; ¡no! El gentilicio nuestro en el extranjero lo proyecta el trabajador esforzado de Ciudad Bolívar o de Valencia, de algún campo de Apure, de alguna playa del estado Sucre, que le está echando un cerro de bolas en alguna calle de Nueva York o de Madrid, o dando clases en alguna escuela en Chile, o como médico en Los Ángeles, o como científico en Colombia, o como escritor en México. Muchos venezolanos somos talento y dignidad en cualquier rincón del planeta; repito, no nos representa la escoria delincuencial llamada «tren de Aragua».
Y aquí dentro, en el 2024 triunfamos electoralmente sobre el opresor; nos organizamos; buscamos los votos, defendimos los votos, cuidamos los votos; demostramos eso, que el voto limpio y libre es la mejor arma de lucha para esta Venezuela que tiene un ADN cívico que ningún déspota en Miraflores podrá arrancar jamás; esa es la lección del 2024.
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También digo que en este año la Venezuela honesta y trabajadora volvió a salir muy temprano a realizar sus labores, no para engordar las arcas tributarias, sino para llevar el pan a sus hogares, para mover con trabajo y sacrificio la economía; el maestro fue a sus aulas a llevar su gota pedagógica y su sentimiento de amor a sus alumnos; el agricultor se afanó porque en nuestra mesa los frutos de la tierra materna hagan acto de presencia; el pescador se bañó de sol y agua marina para evidenciar que sí tenemos riqueza en nuestras aguas; el obrero fue a lo queda de industria para producir energía, manufactura y producción; el artista aquí siguió demostrando que los venezolanos somos un pueblo inspirado y majestuoso, y ahí están las madres y las abuelas dando sostén al hogar, y las enfermeras, y los jubilados, y los policías, y los ingenieros, y los estudiantes construyendo futuro a pesar de cercos y desmejoras en universidades y liceos.
Lamentablemente también fue el año de esas madres que recorren las cárceles exigiendo libertad para sus hijos que sufren el abuso de poder de los que parece que no tienen madres. Más de 1.800 presos políticos: ¡qué final de año para esta Venezuela que cuando clausuró la Rotunda y el Cuartel San Carlos lo hizo pensando en un nunca más de presos políticos!
En fin, para todos los que me leen, para mis amigos de TalCual, para toda esa Venezuela de bien y de esperanza, que el 2025 sea como lo expresan las sabias palabras de Abraham Lincoln, aquel titán que guerreó hasta el final para acabar con los tiempos de esclavitud en EEUU: «Que esta nación, Dios mediante, tendrá un nuevo nacimiento de libertad. Y que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, no desaparecerá de la faz de la Tierra».
Beltrán Vallejo es Licenciado de la Escuela de Humanidades y Educación de la UDO.