¿Qué le pasa a Rafael Ramírez?, por Simón Boccanegra
Su discurso del martes pasado, en Cabimas, no es de una persona normal. Aquel ataque de histeria (en el sentido clínico del concepto, no en el metafórico), aquel palabrerío desaforado, al cual se le escapaban a cada rato gallos que parecían provenir de una severa descompensación hormonal, dan testimonio de una personalidad con graves perturbaciones mentales. ¿Qué le pasará? Problemas económicos familiares no deben ser la causa de esa psicología perturbada. No sólo él mismo devenga un sueldazo (sin contar con lo que, según el correo de las brujas en Pdvsa, chorrea por los caminos verdes de la corrupción), sino que tiene a toda su familia muy bien acomodada… en la empresa que dirige. En el juicio que por 20 mil millones está peleando Pdvsa con Exxon y Conoco, los abogados de la empresa son Hildegard Rondón de Sansó, suegra del capo; Beatriz Sansó de Ramírez, esposa del capo; además de Álvaro Silva Calderón, quien ciertamente es una persona muy decente y no se entiende cómo puede estar vinculado a un tan evidente conflicto de intereses. El cuñadísimo, Baldo Sansó, se ocupa de otros negocios de la familia, siempre desde Pdvsa. Hace años la Iglesia católica acuñó un eslogan: «Familia que reza unida, permanece unida». En el caso de la famiglia Ramírez-Sansó, cada quien puede parafrasear aquella frase como a bien tenga.
Pero a todas estas, el proclamado «odio a la oligarquía» que vomitó Ramírez, era en realidad odio a los trabajadores de Pdvsa. A todo gañote, en ese discurso chantajista, que Al Capone habría envidiado, dijo que el contrato colectivo sólo sería discutido con sindicatos rojo-rojitos. Si en las elecciones sindicales del petróleo, que con trucos de toda índole, Pdvsa, con la complicidad del CNE, ha pospuesto infinidad de veces, los trabajadores no le dieran la mayoría a los sindicalistas patronales, Ramírez advirtió que no habría discusión de contrato colectivo, porque con ellos no se sentaría. Y pensar que Chacumbele ahora es un adalid de la democracia. En Honduras, claro.