Qué mal teves, por Teodoro Petkoff
En lo que atañe a la libertad de expresión el gobierno continúa dándole la espalda al país. A pesar del crecido clima de rechazo a la arbitraria decisión de cerrar RCTV –buena muestra del cual lo constituyó el acto del sábado pasado– el gobierno se mantiene en sus trece. Más aún, consciente de la impopularidad de la medida infla su matonería y su cobarde prepotencia, mostrando impúdicamente toda su miseria moral con esa cuña que ha obligado a transmitir a las demás televisoras comerciales.
Por supuesto que la medida contra RCTV poco tiene que ver con cualquier preocupación acerca de la calidad de la televisión. No es hacer una mejor televisión lo que mueve al gobierno y lo del “golpismo” de RCTV es apenas un pretexto insostenible. Si la medida tuviera realmente esta última motivación, Venevisión debería haber sido sacada del aire hace tiempo. No es ningún secreto el rol que jugó Gustavo Cisneros con su canal antes y durante el golpe de abril de 2002. Willian Lara lo confesó casi cándidamente en entrevista para TalCual: “Venevisión se bajó del golpismo y no es necesario tomar ninguna medida contra ese canal”. RCTV será cerrada porque sus propietarios no hicieron lo de Cisneros. Tan simple como eso.
Haber mantenido una postura crítica ante el gobierno se transformó en una piedra de tranca ante el plan chavista de crear una hegemonía mediática en el país. No un monopolio mediático estilo Cuba o Unión Soviética, con la televisión completamente controlada por el Estado, el gobierno y el partido, sino algo mucho más sofisticado.
Por un lado se va desarrollando un gigantesco aparato mediático gubernamental (con TV, radio y prensa escrita tanto estatales como “privadas”, pero en manos incondicionales), y por el otro se acuerdan con el 4 y cierran el 2, al tiempo que se va empujando hacia el hombrillo a los demás medios, reduciendo cada vez más el espacio para el ejercicio de la libertad de expresión. Pero, al menos “por ahora”, sin liquidarla completamente –con lo cual paga tributo a la necesidad de mantener una imagen exterior más o menos democrática. Colocado el canal 4 a la orden del gobierno y sacado del aire el canal 2, estatizándolo en la práctica, el 80% de la audiencia televisiva, que era cubierto por ambas plantas, quedará desconectado de cualquier opinión –y no sólo política– distinta a la del gobierno. A través de ellos no podrá comunicarse con el país nadie que no sea “amigo de la causa”. Con las otras estaciones de TV, dado su mucho menor alcance, el gobierno puede coexistir… todavía. Consciente de la importancia de la TV, el gobierno ha querido asegurarse, en su propósito hegemónico, primero la anulación de las dos televisoras de mayor cobertura. A los demás medios escritos y radioeléctricos, los hostigará permanentemente. Para eso cuenta con el peso del Estado. Sin embargo, Yo-El-Supremo está pagando un altísimo precio político, nacional e internacional, por alcanzar esa primera etapa de su objetivo hegemónico. De esta pelea no está saliendo bien librado. El sexto motor de la revolución, Chacumbele, está girando a millón.