Que mi jefe Chávez haga algo, por Simón Boccanegra
Seguramente nuestro inefable Rodríguez Chacín dirá que se trata de cifras maquilladas por orden del Imperio, pero a este minicronista un escalofrío le recorrió la espalda cuando oyó el ranking de la violencia en el mundo. Aquí vivimos dentro de la violencia hamponil, y las noticias que con ella tienen que ver, ya ni siquiera hacen olas. Pero enterarse así, sin anestesia, de que somos el segundo país más violento de América Latina, después de Colombia –que vive una guerra interna–, y que ocupamos el lugar 123 en el total de países del planeta medidos en ese trabajo, no es como para sentirse en el mejor de los mundos. En estos días los diarios registraron el asesinato de un joven que trabajaba como mecánico en Miraflores, hijo a su vez de una señora que trabaja para la Guardia Presidencial. La madre, llena de aflicción, le pedía a «mi jefe Chávez» que haga algo. Vano llamado. El «jefe Chávez» no tiene en su radar a Venezuela ni a sus problemas. El ámbito de su acción es la galaxia y, en su óptica, nuestro país no es sino el apoyo logístico y financiero para llevar adelante sus delirantes planes de revolución mundial. Con su gabinete no se reúne sino cuando le ocurre un revés como el del 2D y finge, entonces, que los asuntos del país le interesan. Pero rápidamente se le acaba la cuerda y vuelve a sus ensoñaciones planetarias. El problema estructuralmente más grave que sienten los venezolanos es el de la inseguridad. Con un ministro de policía para quien las ocupaciones principales están allende nuestras fronteras, el clamor de la señora que imploraba a «mi jefe Chávez» jamás va a encontrar respuesta.