¿Qué pasó en Guayana?, por Simón Boccanegra
El caso de Guayana no puede dejarse pasar por alto. En ese estado, el general Rangel Gómez ganó con el 47% de los votos. Andrés Velásquez obtuvo el 31% y Antonio Rojas Suárez el 15%. La suma de ambos da 46%. Pero hay un dato muy importante: la abstención en el estado Bolívar fue de 43%, la más alta del país, muy por encima del promedio nacional, que fue de 35%. ¿Qué significa esto? Si se estima que la abstención «normal» en Guayana debería haber sido más o menos semejante al promedio nacional, esos 8 puntos de diferencia con éste, muy probablemente, corresponden a una parte significativa del electorado, entre 8 y 10%, que «castigó» la división. No es arbitrario suponer que se trata de votantes opositores, molestos con la división, que decidieron demostrar su inconformidad no votando por ninguno de los dos. Esta hipótesis podría ser validada por lo que ocurrió en Táchira, donde la unificación de las dos candidaturas opositoras, perdedoras hasta ese momento, incluso sumando los porcentajes de cada uno, produjo un estímulo tal que impulsó la victoria de Pérez Vivas. La abstención allí fue de las más bajas del país, 31,5%, inferior al promedio nacional. De no haber habido unidad, es muy probable que la reacción del electorado opositor habría sido parecida a la de Guayana: castigar la división. Ahora bien, en Guayana, tanto Rojas Suárez como los partidos que lo respaldaron, en particular Primero Justicia, conocían bien los datos que presentaban a Andrés muy por encima de su contendor y sin embargo, insistieron en mantener el apoyo a Rojas Suárez. Está muy bien que Julio Borges haya pedido perdón por eso que llamó «un error». Se le felicita por eso. Pero ese «error» merece una discusión en profundidad, porque está asociado a una concepción muy equivocada, que llega a privilegiar intereses particulares por encima de los del conjunto. Más importante parecía ser la cantidad de votos para la tarjeta aurinegra, pensando en las elecciones parlamentarias, que la necesidad estratégica de derrotar al chavismo en uno de los cuatro grandes centros políticos del país. Tal vez ni así habría declinado Antonio Rojas, pero la lección unitaria que habría dado PJ –y también Podemos– habría sido inestimable, pensando precisamente en el futuro.