¿Qué quiere Bolivia?, por Carlos M. Montenegro
Autor: Carlos M. Montenegro
Tras un largo proceso que empezó en 2013, esta semana se celebra la última fase del juicio que enfrentan a Bolivia y Chile en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, Holanda. En un lapso de diez días ambos países presentarán sus declaraciones finales, tras lo cual los jueces se tomarán unos meses para alcanzar un veredicto. ¿Pero cuál es el pleito a dirimir entre esos países vecinos? Para entender la disputa es importante poner en contexto los hechos desde su origen.
Hasta 1904, el territorio boliviano llegaba hasta el océano Pacífico. Sin embargo Bolivia hoy, junto con Paraguay, es el único país sudamericano que no tiene salida al mar. La mayoría de versiones y documentos señalan que, desde su nacimiento como nación en 1825, el territorio soberano de Bolivia se extendía por el oeste hasta llegar al mar. Según todos los datos históricos el país tenía 400 kilómetros de costa y unos 120.000 kilómetros cuadrados más del territorio que tiene hoy. En la costa, sus fronteras eran con Perú al norte y con Chile al sur. Entonces, ¿Qué pasó?
Al iniciarse la época republicana, Chile, Perú, Bolivia y Argentina aceptaban que sus límites debían ser las mismos de la administración colonial, según había propuesto Simón Bolívar al termino de las Guerras de Independencia, Sin embargo, la administración española nunca se había interesado en definir límites precisos entre regiones que le pertenecían, pues éstos eran a menudo desconocidos, deshabitados, desérticos y con climas extremos que los hacía inhabitables.
Las cosas permanecieron relativamente tranquilas, aunque esporádicamente existían reclamos entre las nuevas repúblicas sobre donde establecer las fronteras. Por ejemplo Chile respecto al desierto de Atacama, desde 1822 señalaba al “despoblado de Atacama» como un límite impreciso al norte con Bolivia que a su vez desde 1825 consideró esa zona costera en cuestión como la parte sur occidental de la provincia de Potosí.
Pero aconteció que en 1867 José Santo de Ossa, un minero y explorador chileno, descubrió grandes acumulaciones de guano y salitre (nitrato) en el Salar del Carmen, en las zonas bolivianas de Tarapacá y Antofagasta, que como fertilizantes empezaban a ser muy cotizados en el mercado mundial; Santo de Ossa obtuvo del gobierno de Bolivia, en 1872, la autorización para que la Compañía Salitrera y Ferrocarrilera de Antofagasta (CSFA) de su propiedad, explotara y exportara dicho mineral extraído en esa zona, lo que le convirtió en uno de los más grandes e influyentes magnates de Suramérica
Al descubrir tamañas riquezas comenzaron los reclamos e incidentes entre Bolivia y Chile. Ambos países argumentaban respectivamente sobre los derechos que tenían en la región, exhibiendo documentos coloniales sobre la pertenencia de la zona a la jurisdicción de la Capitanía General de Chile o a la Real Audiencia de Charcas (Virreinato de La Plata). Los mapas publicados por esta última normalmente coinciden con la posición de Bolivia, asignándole gran parte del desierto de Atacama en disputa. El asunto se fue complicando ya que Chile tenía intereses en el territorio boliviano que era explotado por empresas chilenas en su mayoría.
Finalmente La Paz y Santiago pusieron fin a sus continuas disputas por la reclamación territorial, mediante el tratado de límites suscrito por los presidentes Tomás Frías Ametller de Bolivia y Federico Errázuriz de Chile el 6 de agosto de 1874. Este tratado fijó la línea fronteriza entre ambos países en el paralelo 24°S. Según este documento Chile renunciaba a la reclamación del territorio. A cambio, Bolivia se comprometía a permitir que operaran otras empresas chilenas, y durante 25 años a no incrementar los impuestos de explotación, ni los derechos de exportación sobre minerales extraídos en territorio boliviano a las personas, capitales y negocios chilenos, quienes no estarían sujetos a más tributos que los existentes antes de la firma del tratado. El incumplimiento de esta cláusula, un lustro después, sería el detonante que haría estallar la Guerra del Pacífico.
Pero sucedió que dos años después, el recién ascendido a general del ejército boliviano Hilarión Daza, se sublevó contra el presidente constitucional Frías Ametller, firmante del tratado de 1874, a quien derrocó asumiendo dictatorialmente el poder. En 1878 Bolivia sufrió un terrible terremoto y un maremoto, seguido por una grave sequía y una epidemia de peste que causó muchas muertes y una gran hambruna. Incapaz Daza de enfrentar tantas dificultades en un mismo año, se le ocurrió algo que proporcionó a Chile el pretexto perfecto para desencadenar la llamada Guerra del Pacífico, decretando el famoso impuesto de los 10 centavos a la explotación del salitre con la idea de recaudar, supuestamente, fondos con qué amortiguar la enorme crisis interna.
Los empresarios chilenos se negaron a pagar el aumento aduciendo que violaba el tratado de 1874. El gobierno chileno a su vez advirtió al gobierno boliviano que Chile no se consideraría ligado al tratado limítrofe si Bolivia no suspendía el impuesto que lo vulneraba. El dictador Maza urgido de dinero, no hizo caso y al mejor estilo pre-socialista del siglo XXI ordenó rescindir la licencia a la Compañía Salitrera y Ferrocarrilera de Antofagasta (CSFA) y a otras empresas chilenas, embargó sus bienes, y los puso a remate. Los empresarios chilenos pidieron ayuda a su gobierno y el mismo día del remate, 14 de febrero de 1879, sin previo aviso El ejército chileno tomó la población boliviana de Antofagasta sin resistencia, al ser la mayoría de sus habitantes chilenos, y en pocos días alcanzó el paralelo 23°S, ocupando el territorio. El 1 de marzo, Bolivia se declaró en estado de guerra contra Chile; Perú, aliado secreto de Bolivia se negó a permanecer neutral, y el 5 de abril de 1879 Chile declaró la guerra a ambas naciones.
La fuerza, prestigio y relativa estabilidad de Chile, comparado con el deterioro económico y la inestabilidad política que identificó a Perú y Bolivia después de la Independencia hicieron mella. La superioridad militar y organizativa chilena se hizo evidente y Perú, tras cuatro años de derrotas, y con Lima ocupada por Chile, firmó la paz por separado en el Tratado de Ancón en 1883 en la que Perú, entre otras cosas, perdió todo el Departamento de Tarapacá y le fueron ocupadas las provincias de Arica y Tacna. Por su parte Bolivia, vencida hacía tiempo tras traicionar militarmente a su aliado, aguantó hasta 1884 en que firmó con Chile un Pacto de Tregua con lo que finalizaba el estado de guerra entre ambos países, aceptando que Chile se anexionara Antofagasta y toda la franja costera en disputa, así como la ocupación militar chilena de la zona entre el Río Loa y el paralelo 23°S.
Las fronteras concluyentes y la paz entre Chile y Bolivia se firmaron en el Tratado de 1904, por el que Bolivia definitivamente reconocía la permanente soberanía chilena sobre el Departamento del Litoral; además se adjudicó la construcción de la línea de ferrocarril entre Arica y La Paz a la corporación CSFA de Santo de Ossa. Chile a su vez, garantizó el libre tránsito de bienes bolivianos, exentos de impuestos, entre los puertos, ahora chilenos, y Bolivia. Lo demás es historia.
Lo cierto es que la gestión de Daza fue desastrosa como militar comportándose con Perú durante la guerra del Pacífico con comprobada cobardía rayana con traición. Peor si cabe fue su desempeño político, ya que de modo dictatorial ordenó a la Asamblea Constituyente, instalada por él para legitimar su régimen, que aprobara el decreto de los 10 centavos, impulsando a Perú y a su país a una guerra desastrosa, con miles de muertos y heridos, que dejó a Bolivia sin acceso al mar hasta hoy, por lo que fue destituido. Chile, por su parte aprovechó la ineptitud de Daza para quedarse con el riquísimo territorio costero boliviano y un buen trozo del territorio con mar peruano y sus ciudades, abundante también en yacimientos de nitrato.
Corregir en parte ese monumental desaguisado es lo que en estos días se estará ventilando en La Haya. A diferencia de otros conflictos limítrofes dirimidos ante la Corte de La Haya, lo que se reclama en este caso no es solo un pedazo concreto de tierra o de mar. Bolivia tampoco pide que los magistrados se pronuncien sobre el estatus jurídico del Tratado de Paz de 1904. Y que se obligue a Chile a negociar. En un documento que resume su postura, llamado El Libro del Mar, el estado boliviano sostiene que «Chile se ha comprometido a negociar una salida soberana al mar para Bolivia a través de acuerdos, prácticas diplomáticas y una serie de declaraciones atribuibles a sus representantes del más alto nivel». Y añade «estos numerosos instrumentos evidencian de manera contundente que Chile se comprometió a encontrar una solución al enclaustramiento marítimo de Bolivia mediante negociaciones con miras a llegar a un acuerdo». De tal forma Bolivia lo que reclama ante la Corte Internacional de Justicia es que declare tres puntos: 1°. Que Chile tiene la obligación de negociar con Bolivia con el fin de alcanzar un acuerdo que otorgue a este país una salida plenamente soberana al Océano Pacífico. 2°. Que Chile ha incumplido dicha obligación y 3°. Que Chile debe cumplir dicha obligación de buena fe, pronta y formalmente, en un plazo razonable y de manera efectiva. (sic)
Yo en lo personal, me temo que Chile no está por la labor y, amarrándose a la vigencia de lo acordado en 1904, seguirá mareando a la perdiz. Este pleito lleva más de un siglo y como si nada.
Me viene a la memoria cuando se dijo que Carlos Andrés Perez había regalado un barco a Bolivia. La prensa de la época se cebo con él y muchos nos burlamos de lo insólito que era regalar un barco, el Sierra Nevada, a un país que no tenía puerto de mar. Como tantas veces pasa, los opositores se apresuraron a difamar, pero en aquel caso se les fue la mano, porque el Sierra Nevada nunca fue regalado a Bolivia; los “blabladores” de entonces lo ignoraban y si no, aún peor, mentían.
Lo cierto fue que durante el primer gobierno de CAP, en 1977, un buque con 27 años de servicio, el “Ciudad de Barquisimeto”, perteneciente a la C.A. Venezolana de Navegación (no el Sierra Nevada), fue transferido al Estado de Bolivia como un gesto de apoyo del Gobierno de Venezuela, en su litigio internacional para que el citado país andino pudiera recuperar su salida al mar, perdida en el siglo antepasado. El gobierno del presidente Hugo Banzer lo rebautizó como “Libertador Bolívar” y tuvo su base en el puerto de la ciudad de Rosario, por cesión del gobierno argentino, hasta 1990 en que causó baja.
Cuando Simón Bolívar independizó Bolivia, reiteró la soberanía sobre el mar que siempre había tenido y, según carta al Mariscal Sucre juró defenderla con el sacrificio aún de su propia vida (sic). Simón Bolívar, primer presidente de Bolivia fue quien fundó el Departamento del Litoral así como Puerto La Mar, el primer puerto oceánico boliviano. ¡Cómo podría imaginar el Libertador, que unas décadas después Bolivia sufriría el cercenamiento de su costa!
Esta mutilación producto de la victoria de Chile en 1879, enclaustraba a Bolivia en sus montañas, convirtiéndola hasta hoy en un país esencialmente mediterráneo.